T I R S O V E L E Z .
Junio 2 de 2004.
Por Fernando Durán Camacho
Un día descubrí el recorte de este poemita que alguna vez fue publicado en el diario “La Opinión” de Cúcuta, y una serie de recuerdos se me fueron viniendo a la mente. El autor, un político norte-santanderiano natural de uno de tantos pueblos semi-olvidados del departamento, profesional hecho a pulso con esfuerzo propio y casi que obligatoriamente con el sacrificio de sus padres, - o a lo mejor de uno solo de ellos- se hizo profesional de lo que en la provincia era posible en la época: del derecho, de contador o de maestro, y se enredó en la política, la política activa.
Después de un tiempo, de ciclos enfrentados y cumplidos, de pequeñas pero arduas batallas, de triunfos y derrotas, de subirse al estrado de la capital del departamento a continuar en la misma o similar contienda, entre los pocos que tienen mucho con los muchos que no tienen nada.
Yo lo conocí de oídas, “o leídas en el periódico” y de comentarios de opinadores de profesión o esporádicos. Y así fui formando mi concepto del personaje, en números redondos, como bueno. Un día supe que lo habían nombrado alcalde de Tibú, un pueblo de temperatura ardiente, pionero en el país de la extracción de petróleo - por Barcos que funcionaron sin agua, “Fundación Virgilio Barco“ - invadido en sus tierras por el negocio de la coca y la amapola, cultivos generadores de violencia y encarecimiento de productos para humanos, exceptuando el más común, ese que llamamos vida.
Debió recorrer, creo yo, de grada en grada ese escabroso camino. En principio opinando y defendiendo los intereses de la gente del barrio, de los agricultores del pueblo, de los necesitados que eran y siguen siendo muchos.
UN SUEÑO DE PAZ.
Tirso Vélez (Tibú)
Señor........
Porque en los campos
el ladrar de los perros
en cualquier madrugada
no sea el rondar siniestro
de la muerte que vaga.....
Sea el apretón de manos.
sea la sonrisa cálida
del amigo que llega
y no la fauce oscura
del fusil que amenaza.
Para que guerrilleros y soldados
no sean, el uno para el otro,
el tenebrosos olfato de la muerte
husmeando la vida temblorosa
y en cambio, exploten bombas
de pan y de juguetes
y corran nuestros niños
entre sobras de besos.
Lancita...... mi soldado......
Recuerda que Jacinto,
el hijo de la vieja campesina
se marchó a la guerrilla
buscando amaneceres,
persiguiendo alboradas.
Que no regrese muerto,
ni se apague su lámpara
porque la vieja espera,
pegada a su camándula,
pidiéndola a las ánimas
que no le pase nada.
Compita.... camarada....
Recuerdas a Chuchito,
el que jugaba metras
contigo y con los otros
muchachos de la cuadra?
Hoy es un chico grande
repleto de esperanzas.
Se fue como recluta
portando la bandera,
símbolo de la patria.
No le trunques los pasos
tendiéndole emboscadas,
porque tendrás, tu mismo,
que llevar la noticia
que irá a partir el alma
de aquella pobre madre
vecina de tu casa.
Es que también el hambre
bate tambor de guerra
impulsando las armas.
“Cada fusil le quita
(por precio solamente )
un año de alimentos
por familia o por casa
sirviendo desayunos
de odios y de balas.”
Paz, te han vestido de negro
-siendo tu blanca, blanca-
o de azul de naufragio
o de rojo siniestro
de sangre derramada.
-y tampoco eres verde
vendaval de montañas.-
Que todos los partidos
hoy se tapen la cara
y te desnuden toda
-cual novia inmaculada-
para ponerte un traje,
blanco, como la nube blanca.
Por este poema sus coterráneos, paisanos y connacionales lo acusamos de guerrillero, lo vilipendiamos. En donde había “un sueño de paz” se inventó una estrategia de mentira y miseria. Emocionalmente lo dejamos herido de muerte, y un tiempo más tarde materializamos el hecho asesinándolo a tiros en la calle. “Paz en su tumba.”