EN MEMORIA DE MI VIEJO AMIGO ANTONIO NIÑO PRATO...
FALLECIDO HACE UN MES.
29 de junio de 2011
Antonio:
Este es un escrito arisco, sin orden ni medida que va y viene así como la propia vida y a veces como todo lo contrario.
Desde que decidiste o decidieron cancelar tus palabras, limitar tu mirada y encajonarte definitivamente en el silencio, te he pensado más que de costumbre para encontrarte en todo lo que eras.
Ahora tengo la certeza que aunque te grite, Antonio……. a la ventana, no vas a responder, y mucho menos, abrirás la reja para decirme hermano y encajarme un abrazo largo como esa amistad que nos ha unido durante tantos años.
Acontece que primero se me murió Humberto, mi hermano-amigo y ahora te marchas para siempre tu, mi amigo-hermano, de infinidad de veces, y advierto que irremediablemente me voy quedando solo y que solo y sin nadie, igual a todos, tendré que remontar la dura cuesta de la existencia en ese proceso inapelable que confunde y aturde, “del dejar de ser”.
La razón se niega a comprender que fuera a encontrar lo que quedaba de tu física presencia en apenas una estrecha caja de madera de escasos 25 o 30 centímetros en sus tres dimensiones.
Además quiero comentarte que para recordarte no necesito ponerme tu camisa ni tu sweter, que tengo ahora, pero sí que voy a revivir con ellos el último abrazo que me diste cuando nos despedimos por vez postrera, frente a la verja que circunda la vivienda, donde quedan tristes las personas que compartieron contigo los momentos alegres, y los otros, que son el andamiaje de la vida.
Aunque sabía que ya no iba a encontrarte quise asistir para acompañar en el duelo a quienes eran tuyos, a hacerme partícipe del dolor de tu ausencia y a repetir esa tristeza grande cuando fuimos a visitar a nuestro común amigo “Nepo” Páez e intuimos, los dos, que se aproximaba su evasión en el tiempo y el espacio.
Vengo también a aclararte que no se puede saber lo que es tener 75 o más años hasta tanto no se tienen, ahora que se siente y se presiente la muerte, ahora cuando me llega, como recordatorio, la voz de Mercedes Sosa cantando “solo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente”. Ahora.