La publicacion de la novela romantica de Jorge Isaac univesalizo por primera vez las letras de Colombia. Las prédicas y penitencias del padre Romero en Santander le dieron al café el impulso necesario para convertirse en el motor de desarrollo más importante del país.
Desde finales de marzo de 1867 en los periódicos bogotanos, al lado de los debates políticos y de las escasas noticias del exterior, aparecieron avisos del impresor José Benito Gaitán anunciando que estaba realizando una lujosa edición de la novela María de Jorge Isaacs que se vendería a 1,60 pesos, y quienes tomaran suscripciones obtendrían el ejemplar a 1,40 pesos. A comienzos, el 8 de junio, la obra estaba en venta a dos pesos sencillos en la agencia del señor Lázaro María Pérez, portales de la plaza de Bolívar, y en el almacén del señor Dionisio Mejía, 1ª calle real, número 59.
Un año antes, Jorge Isaacs había regresado por segunda vez a Bogotá. Traía los manuscritos de la novela que había iniciado durante el año que pasó en las selvas del Dagua como inspector en la construcción del camino de Cali a Buenaventura. Eran textos de la que habría de convertirse en una obra clásica de la literatura hispanoamericana.
A pesar de que Isaacs nunca sintió mucho afecto por Bogotá, tenía muchos amigos en la tertulia El Mosaico que en 1864 auspiciaron la publicación de sus poemas: José María Vergara y Vergara, José María Samper, Ricardo Carrasquilla, Manuel Pombo, José Manuel Marroquín. En Bogotá se dedicaba al comercio en su almacén de la Carrera de Bogotá, calle 1ª, número 26, donde ofrecía útiles de escritorio, vinos españoles y licores; cristalería, calzado, paños, telas blondas, géneros, sombreros, ruanas, bayetas, garibaldis florentinos, mercería y manteles ingleses, jabón de verbena, cigarrillos, velas, y artículos de ferretería.
Bogotá tenía por entonces unos 50.000 habitantes. Por esos mismos meses Miguel Samper comenzó a publicar en El Republicano su estudio 'La miseria en Bogotá', en el cual presentaba un cuadro sobrecogedor de la capital más atrasada de todas las de Suramérica..
Jorge Isaacs no tenía en su mente cabida para esos conflictos nacidos en el radicalismo. Estaba absorto en la evocación de su edén perdido, donde -al contrario de lo que sucederá en el futuro- no lo desvelaban esos graves asuntos políticos, sino las fiebres contraídas en el clima deletéreo del Dagua que minaron su salud por el resto de su vida. El caucano distribuía su tiempo entre el almacén, el aprendizaje del inglés y la corrección de las pruebas de María, su amada criatura, con la colaboración de Miguel Antonio y Margarita Caro, cuya familia lo había acogido con afecto.
El romanticismo ya había cerrado su ciclo en Europa: Flaubert le había dado el golpe de gracia con Madame Bovary (1857). En Colombia se resistía a desaparecer. El costumbrismo estaba en auge, tanto que 10 años después Jorge Isaacs entregó al público su fruto romántico tardío.
María, reseña Miguel Antonio Caro, "ha merecido la más favorable acogida por parte del público ilustrado de esta capital". De allí se pasó al fervor colectivo. Recuerda Luciano Rivera Garrido que coincidió la aparición de la novela con una representación en Bogotá de la Norma de Bellini y que al entrar Isaacs a su palco, mientras la prima donna entonaba el aria inicial, todas las miradas se dirigieron hacia él mientras un rumor sordo del público recorría el teatro que pronunciaba su nombre. Isaacs fue entonces el hombre de moda que conoció el halago de la fama.
Para los lectores de entonces María expresaba un tipo de sensibilidad y un ideal femenino. En palabras de uno de sus lectores: "María me enseñó a amar, lloré de amor, y aún no había amado". La tierna y desgraciada heroína pudo convertirse en la 'novia de América'. La historia de amor conmueve, la prosa que evoca e inmortaliza el paisaje, las auroras y atardeceres del Cauca, producen admiración.
Como hecho insólito para el siglo XIX, una obra nacional merece una nueva edición poco tiempo después de publicada. A mediados de 1868 Isaacs revisa cuidadosamente el texto para la segunda, que aparece el año siguiente. María procuró a Isaacs la fama, admiradores y fieles amigos. Pero, su posterior militancia en el radicalismo y la aventura antioqueña de 1880 le granjearon enconadas enemistades, lo hicieron víctima de calumnias y de envidias. El 19 de abril de 1895 los chinos que voceaban los periódicos despertaron a los bogotanos con la noticia de la muerte de Jorge Isaacs, ocurrida dos días antes en Ibagué. Sus amigos y copartidarios le dedicaron sentidas necrologías en la prensa, pero lamentaron la ausencia de manifestaciones oficiales. En abril de 1898 se quejaba El Rayo X de que su nombre estaba "medio olvidado por una patria propensa a la ingratitud".
Si Isaacs fue vilipendiado en su propia tierra, su creación fue adquiriendo reconocimiento internacional. A partir de 1871 la novela traspasó las fronteras nacionales y conquistó la admiración tanto del gran público como de ilustres literatos de América y Europa para convertirse en la primera obra literaria con la que Colombia ingresó al nuevo mundo de las letras hispánicas. A la muerte de Isaacs se habían hecho de ella unas 30 ediciones (sólo tres de estas en Colombia). Hoy día sigue editándose en todos los países de habla española y en traducciones a varias lenguas extranjeras.
No han faltado voces discordantes. Los detractores de antaño, movidos por motivos ajenos a la literatura, llegaron a afirmar que la novela no era obra de Jorge sino de su hermano Lísimaco; otros, por pruritos moralistas, la descalificaron por ser lectura poco recomendable para jóvenes; los más recientes la han tachado de novelita rosa y sensiblera. En los años 60 los nadaístas la quemaron junto con el retrato de su autor en el paseo Bolívar de Cali. Pero a pesar de estas voces, probablemente ninguna novela anterior a Cien años de soledad obtuvo la difusión y el reconocimiento de María.
Independientemente de su valor estético, la recepción del hecho literario ocurre a distintos niveles. En el caso de María, penetra en el imaginario colectivo y en los medios de comunicación. El personaje cobra vida propia pues no podía haber sido nada más que una fantasía del poeta. Nace la leyenda local. En el cementerio de Santa Elena se visita la 'tumba de María'; desde 1952 el Paraíso es patrimonio nacional.
La historia de amor de Efraín y María ha sido llevada repetidas veces a la pantalla. Se hicieron dos películas mudas, la mexicana de 1918 y la colombiana de 1922, a las que siguieron otras dos versiones mexicanas (1938 y 1972) y dos colombianas (1965 y 1969). También ha sido llevada a la televisión en 1972 por RTI y en 1991 por Lisandro Duque con guión de Gabriel García Márquez. En 1903 fue estrenada en Medellín como ópera con música de Gonzalo Vidal. Igualmente ha tenido varias adaptaciones teatrales y una radial con libreto de Bernardo Romero Lozano.
Como ironía del destino, la efigie del hombre que durante toda su vida persiguió el sueño de una riqueza que le fue tercamente esquiva, circula desde 2001 a diario bajo los ojos, si no por las manos, de millones de colombianos en un billete de 50.000 pesos emitido por el Banco de la República.
*Literata