El Nuevo Reino de Granada entró a la modernidad con el lanzamiento del primer medio de comunicación escrito en Santafé.
El cubano Manuel del Socorro Rodríguez es el responsable del 'Papel Periódico'
Una característica en el auge de la prensa hispanoamericana a fines del siglo XVIII es su simultaneidad y similitud. Era el tiempo en que el movimiento de las imprentas, hasta entonces activo en España, se esparcía tardíamente por sus colonias. Y la capital del Nuevo Reino de Granada no queda inmune ante este propósito. Nadie imaginó que en la mañana del 9 de febrero de 1791, la noticia sobre la publicación del preliminar con que iniciaba su salida el Papel Periódico de Santafé causara inquietud, se esparciera rápidamente y fuera acogida con regocijo por una parte de sus habitantes. Hasta entonces no existía ningún periódico que tratara las novedades, avances científicos o descubrimientos que poco ha poco iban produciéndose en el mundo. Ni en el aspecto literario, ni en el económico, ni en el científico, ni sobre crítica social y menos sobre las costumbres.
Para los santafereños, los primeros afectados con la noticia, el nuevo papel, tal como se presentaba, llenaba muchas de estas expectativas. Y era a la vez una manera de entrar en la modernidad. Aunque no sabían todavía quién era el autor del periódico se dieron cuenta de que planteaba un ambicioso proyecto centrado en tres temas fundamentales: la filosofía política, la moral y la economía. Temas de por sí bastante amplios. Les causó asombro la nota publicada acerca de que el periódico recibiría colaboraciones y críticas del público. Los más ilustrados, entre los que se encontraban estudiantes, catedráticos, funcionarios y clérigos, vieron que esta podría ser una forma de acceder a la república de las letras. Otros, menos ilustrados, vecinos, comerciantes y algunas damas, solo miraron el papel como un medio de actualizarse. Y el primer número ya daba algunos indicios de cómo serían tratadas las noticias del reino y del exterior en cuatro de sus ocho páginas. Eso les parecía bien.
Por estas razones, el Papel Periódico logra una pronta recepción, aunque entran en juego otras circunstancias. No perdamos de vista que es en un medio social y cultural jerarquizado y segregado en que predominaba el manuscrito y en que las noticias circulaban en forma epistolar o a través del rumor. Y en que también, hay que mencionarlo, en ciertos sectores existía un público ávido de noticias, y una potencial demanda de información sobre los sucesos europeos, que encontraba siempre la manera de procurárselas. Situación que el virrey trata de controlar. Dicha información circulaba subrepticiamente en panfletos y gacetas extranjeras que eran leídos en reuniones o tertulias. O simplemente eran comentados en las sociedades económicas, la biblioteca o la universidad. O en los círculos de amigos aficionados a las letras o a las ciencias, que inauguran formas inéditas de circulación del impreso y de la lectura. Todo esto ocurría en una época en que carecíamos de librerías y de cafés, lugares en otros contextos, de socialización de las ideas y noticias.
Sin embargo, en dicho proceso ayuda la constante labor que realizaba el impresor Antonio Espinosa de los Monteros. De su taller, la Imprenta Real, en menos de una década habían salido impresos en pequeños tirajes y con distintos formatos para cubrir ciertas demandas. Además de los bandos y edictos, publicaciones oficiales, por solicitud de particulares y de algunas corporaciones, imprimió oraciones y discursos religiosos, novenas, carteles, invitaciones, avisos, libros, folletos, calendarios y dos periódicos, esporádicamente, el Aviso del Terremoto y la Gaceta de Santafé.
Así, la novedad fue impactante o ya que rápidamente se pasaba de la hoja volante al aviso y a la gaceta y a la prensa semanaria como acontece con el Papel Periódico, que fija su periodicidad y asegura su circulación gracias a los beneficios del correo. Y por supuesto, la circulación del periódico en todo el Nuevo Reino no se habría consolidado sin el concurso de los lectores a través de la suscripción. Suscripción que empezó el día de su salida y que posteriormente es registrada en dos ocasiones en el mismo semanario durante los primeros meses de circulación. Este mismo recurso fue utilizado para publicar escritos alternos al periódico.
El autor y redactor del Papel Periódico, nombres bajo los que se presenta y protege su figura modesta, es Manuel del Socorro Rodríguez, un literato cubano, autodidacta, que había llegado al territorio a fines de 1790, como bibliotecario real, y que por una especie de mecenazgo del virrey José Ezpeleta recibe autorización para establecerlo. El virrey, considerado uno de los gobernantes más atinados que habían llegado al territorio, por fuera de asignarle a la prensa un sentido utilitario dentro del reformismo ilustrado intentaba contrarrestar la opinión que había producido la Revolución Francesa. Así, de su apoyo depende la permanencia del semanario, su progreso y, finalmente, su desaparición.
El ideario promovido por el director no solo sumergió dentro de un mismo esquema al periódico, sino que puso en marcha una serie de dispositivos que le permitieron excluir, incluir o retardar la publicación de las contribuciones. En líneas generales podríamos afirmar que aunque coexistieron en las páginas del Papel Periódico los artículos del director y los enviados por los lectores, la participación de los últimos se manifiesta abundantemente durante el primer año. Esto alteró, en una relación de fuerza, de alguna manera el contenido. A partir de 1793 el Papel Periódico se publica en la Imprenta Patriótica de Antonio Nariño. Durante ese año la participación del público se redujo notablemente, por la impresión de una Memoria redactada por José Celestino Mutis, para finalmente desaparecer después de los sucesos de 1794. Desde ese momento las ideas políticas se toman la mayor parte de las páginas del periódico, con relatos negativos sobre la Revolución Francesa, y de vez en cuando se insertan otro tipo de noticias y artículos.
El semanario de Rodríguez representa un importante papel en la vida política y cultural. Es el primer soporte y referente simbólico de comunicación a partir de la cual las élites reflexionan sobre el país, alterando su sentido de pertenencia. Refleja una opinión incipiente que logra desarrollarse durante la transformación política, en 1810, y alcanza toda su resonancia en la prensa del siglo XIX. Desde entonces, todo proyecto ideológico, toda movilización de las ideas tiene a la prensa como plataforma de lanzamiento.
Manuel del Socorro Rodríguez tiene el mérito de haber fundado el primer periódico del país que en su deseo de informar tiene como norte el interés publico y el beneficio común. Es el primer semanario que a pesar de sus interrupciones logra 270 ediciones en un lapso de seis años. Aunque su memoria ha sido exaltada en distintas ocasiones y ha sido objeto de varios reconocimientos a través de placas, cinco retratos, una estatua y entre otros homenajes la reimpresión del Papel Periódico, la celebración del día de los periodistas en su nombre es el mejor reconocimiento que se ha hecho hasta ahora a su labor periodística.
El Papel Periódico crea, dentro del orden vigente, un clima propicio para la discusión y la crítica de los temas más relevantes de la época, estableciendo una continua relación con sus lectores. Logró alguna resonancia en los asuntos que trataba, lo que permite analizar los vínculos que se establecen entre el periódico y las corrientes de opinión que suscitaba o buscaba acallar. En todo caso, en el Papel Periódico, en sus más de 2.000 páginas, que se recogen en seis tomos, quedaron registradas las inquietudes de la sociedad colonial.
* Investigador y catedrático