El movimiento del Común se puede definir hoy como una empresa masiva de desobediencia civil que buscaba protestar por las reformas impuestas por la Corona española.
Con capitulaciones el arzobispo Antonio Caballero y Góngora terminó traicionando a José Antonio Galán y a los comuneros.
El virreinato de la Nueva Granada, al igual que las demás colonias españolas en América, se vio afectado por las importantes reformas que el régimen borbónico quiso introducir en su afán de modernización. El punto medular de estas reformas apuntaba a devolverle la concentración del poder a la metrópoli y a solventar los gastos producidos por las guerras imperiales.
La tradición política de los criollos, expresada en la ocupación de cargos burocráticos de importancia, comenzó a ser sustituida por la presencia de un número cada vez más grande de funcionarios provenientes de España. El régimen fiscal general fue ajustado para lograr un riguroso recaudo de los impuestos sobre la producción y consumo de tabaco y aguardiente. También se elevó el cobro del impuesto de la alcabala, que grababa el ingreso y la salida de bienes comerciables.
Con el régimen de intendencias se transformó la organización administrativa y espacial de las colonias, se limitó la autoridad de los virreyes, y las tierras comunales fueron recortadas o expropiadas y las comunidades indígenas trasladadas. En la ejecución de estas reformas tuvo un lugar importante la presencia de Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, visitador general y portador del nuevo paquete reformista enviado desde España.
Protesta el común
Los reclamos populares a la nueva política de impuestos no se hicieron esperar. Estos adquirieron mayor relevancia a partir del 16 de marzo de 1781, fecha en que se conocieron las nuevas disposiciones acerca del impuesto sobre las ventas.
En un gesto de rebeldía, Manuela Beltrán y otros inconformes rompieron en la población del Socorro la tabla que contenía el edicto sobre el modo y precios como debían ser pagados los impuestos. Ese día llegaron a la plaza varios hombres y mujeres del común vociferando que no pagarían las contribuciones, lo que se extendió en una numerosa protesta bajo el lema "Viva el rey, pero no queremos pagar la Armada de Barlovento". Esa misma tarde, al ver la dimensión del descontento, el Cabildo suspendió el cobro de los impuestos y calmó al motín.
Pero eso no logró evitar que los alzamientos se extendieran por toda la geografía nacional. Las revueltas apuntaban a la destrucción de los símbolos de la realeza colonial, al desconocimiento de las autoridades españolas y al rechazo a las opresivas instituciones fiscales. Los insurrectos se dieron cita un mes después, y el 16 de abril en el Socorro, los directivos de la sublevación constituyeron una junta que se denominó 'Común' y le dio origen al nombre de 'Comuneros'.
El propósito de los comuneros se puede definir en términos actuales como una empresa masiva de desobediencia civil que proponía expresar al Rey el repudio general sobre las nuevas políticas establecidas en las colonias americanas.
En un comienzo, los inconformes eran gente del Socorro y de otras poblaciones vecinas, sobre quienes recaían los gravámenes. Sin embargo, bien por convicción ideológica o bien por presión, el movimiento de protesta fue extendiéndose a otros grupos que rechazaban la exclusión a la que se les sometía por parte de los soberbios españoles.
Fue así como la extensión del movimiento comenzó a aglutinar a más de 60 pueblos situados en el oriente del altiplano. Los Llanos Orientales, la provincia de Antioquia y las zonas habitadas del Alto Magdalena ampliaron la movilización. Criollos, mestizos, indios, negros libertos se reunieron en lo que John Phelan denominó la "coalición multiétnica": Ambrosio Pisco como representante de los indios; José Antonio Galán, de los mestizos, y Francisco Berbeo, Salvador Plata y los demás capitanes del Movimiento como exponentes de los intereses criollos.
Al movimiento se sumaron, además del conjunto popular, los terratenientes y pequeños propietarios que vieron amenazadas sus posibilidades de crecimiento ante la nueva política fiscal. A final, unas 20.000 personas marcharon hacia Bogotá para presionar al Virrey.
La traición
Zipaquirá, a una jornada de Santafé, fue el lugar de concentración del movimiento. Allí, miles de adeptos de distintas poblaciones que habían marchado desde el Socorro midieron sus fuerzas con los delegados del gobierno. Así lo dispuso el arzobispo Caballero y Góngora, quien estaba a la cabeza de los representantes del gobierno y temía la llegada a Santafé de un número equivalente a los pobladores de la capital. Germán Arciniegas describió al grupo de Comuneros en su marcha, caminando entre pantanos, recogiendo vituallas y resistiendo el hambre y el frío cortante de la sabana. La magnitud del movimiento amenazaba la estabilidad de los gobernantes neogranadinos, en parte por la debilidad de los ejércitos reales, y en parte porque mientras el Virrey defendía la plaza de Cartagena, Santafé estaba desprotegida.
En el proceso de negociación se llegó a la firma de las 'Capitulaciones' de Zipaquirá. En los 35 puntos de ese documento se recogieron los principales motivos de insatisfacción de los pobladores. La mayor parte aludía a la derogación o la disminución de los impuestos con que inconsultamente se había gravado a la gente, como la Armada de Barlovento, la alcabala, los estancos del tabaco y el aguardiente, entre otros.
En otros apartes se acordaron puntos que reivindicaban las aspiraciones de los indios: que les devolvieran las minas de sal y los resguardos expropiados, les rebajaran los tributos y se desechara la obligación de pagar por los servicios religiosos. En cuanto a los criollos se devolverían algunos de los cargos que habían pasado a los metropolitanos, y a los negros libres se les eximiría del tributo.
La firma de las 'Capitulaciones' produjo división en el movimiento. Mientras Juan Francisco Berbeo decidió aceptarlas como salida, Antonio Galán las consideró una traición. Y no pasó mucho tiempo para que sus temores fueran confirmados. Una vez se dispersó la multitud los acuerdos fueron derogados y Galán fue apresado por las autoridades.
Los líderes insurgentes fueron fusilados y descuartizados y sus miembros exhibidos en varias plazas, para escarmiento de la población. Los que se salvaron fueron enviados en galeras a cárceles españolas. La rebeliòn de los comuneros fue un antecedente de la Independencia, pero sentó un precedente funesto en la historia del país. La desconfianza ante las salidas negociadas a los conflictos.
*Historiadora, directora del departamento de Historia de la Universidad de los Andes