Menos de un cuarto de hora de terror apocalíptico en Santa Fe de Bogotá bastó para crear una forma de nombrar el pasado y para mostrar cómo se pueden fundir la leyenda y la historia.
Hace mucho tiempo, el 9 de marzo de 1687, transcurría la noche con la serenidad de siempre en la pequeña Santa Fe de Bogotá. Como era habitual en aquella época, todas las actividades habían cesado y sus habitantes reposaban en sus casas. Pero hacia las 10 de la noche empezó un extraño y estrepitoso ruido que despertó y sacó a la gente de sus casas. Nadie sabía de dónde provenía, algunos creían que procedía de la tierra, otros del aire o del cielo. Lo cierto es que ese ensordecedor bramido, que no era un terremoto, se prolongó al menos por un cuarto de hora. Así nació en Colombia el famoso referente de "los tiempos del ruido".
El efecto fue inmediato. En menos de nada la ciudad se transformó en un hervidero de aterrorizados habitantes que sin saber a ciencia cierta qué sucedía, pero con el temor de estar sufriendo un castigo de Dios; tal vez el juicio final, corrían despavoridos por las oscuras calles capitalinas.
Joseph Cassani, un cronista jesuita que describió el acontecimiento en 1741, narra los primeros instantes así: "No es fácil referir la turbación y conmoción de aquella noche; sólo aquella prosopopeya, con que nos representan los predicadores el día del Juicio, puede presentarnos alguna explicación de lo que físicamente sucedió la noche del espanto: la gente toda fuera de las casas, por el temor de que se venían abajo. Unos medio vestidos, como estaban en sus posadas; otros enteramente desnudos porque estaban ya acostados; y todos gimiendo y clamando misericordia, discurrían sin tino por las calles. Nadie sabía dónde iba, porque nadie sabía dónde estaba. Todos clamaban al Cielo, porque veían que les faltaba la tierra". En aquella época, el barrio de Las Nieves quedaba fuera de la ciudad, hasta allá corrieron en busca de refugio los vecinos de la Plaza Mayor. mientras que los vecinos de Las Nieves huyeron hacia el centro. Aquella noche reinó la confusión y el miedo.
La división del tiempo
Este ejemplo de alucinadas creencias emparentadas con catástrofes apocalípticas no es único. En algún momento de su historia colonial, muchas ciudades tuvieron acontecimientos similares. Pero lo que hace particular a este caso, conocido en su época como el "ruido de Santa Fe de Bogotá", fue que trascendió el tiempo y quedó en la imaginación popular, mientras que otros hechos similares se perdieron. Una de las características de la mentalidad de la época era el temor al Dios castigador y la fe ciega en el pronto juicio final.
El clima de pesimismo sobre el futuro físico y moral de la humanidad, tan propio de estos siglos barrocos, y las precarias condiciones de vida, permitían que en tiempos de crisis, la sociedad fijara su atención sobre acontecimientos sobrenaturales, como este, y los interpretara como resultado de una intervención divina.
La reacción de la colectividad, el miedo a lo maravilloso y lo desconocido, se convertían en un personaje histórico. Así nació uno de los imaginarios más relevantes de la colonia: un poderoso miedo a lo sobrenatural que estableció culturalmente una marca en el tiempo como referente de algo pasado. Literalmente, el ruido partió el tiempo bogotano en dos.
Un cuarto de hora bastó para crear el caos. Según la narración de Cassani, la ciudad no se había recuperado del primer impacto cuando el desorden ya era tal, que el presidente Sebastián de Velasco organizó a sus hombres de armas para recorrer los barrios, pues entre las primeras conjeturas se pensó que el ruido era artillería de alguna invasión enemiga, aunque improbable debido a la lejanía de la ciudad de los posibles puertos de desembarque.
Sin embargo, pese a esta postura escéptica, la mayor parte de la población pensaba que se trataba de un castigo de Dios y que el ruido eran los mismos diablos que en hordas avanzaban sobre la ciudad por el aire. Pero el jesuita que narraba este hecho afirmaba que estas eran creencias del vulgo y que muy seguramente el ruido lo había producido un"aire" volcánico que "reventaba para salir". Estos hechos dejan al descubierto los miedos de aquella época: la naturaleza, que engaña los sentidos; la ciudad, una 'Babilonia' de pecados asediada por 'demonios' que no aseguraba una relativa tranquilidad a sus habitantes; el invasor, el asedio a la Corona española y a la estabilidad de sus reinos; el miedo al siempre presente "final de los tiempos".
La santa Bogotá
La certeza generalizada de que se trataba del juicio final aumentó durante el tiempo que duró el ruido, ya que "se esparció por el aire un pestilente hedor de azufre" que se sintió por varias horas. Esto confirmaba la presencia de los demonios pues, según la creencia popular, este era el olor característico del infierno. Así pues el ruido había sido provocado por el diablo. Es más, hay quienes oyeron a los demonios proclamar blasfemias mientras surcaban el cielo.
Según Cassani, los efectos morales en la población santafereña fueron imponentes. Aquella noche las iglesias y los conventos debieron abrir sus puertas. Todos los lugares sagrados se abarrotaron de aturdidos habitantes que querían confesar sus pecados: "Desde aquella noche empezaron las confesiones, porque todos y cada uno temía le faltase el tiempo para reconciliarse con Dios, y aquella imaginación de que era llegado el último día de los mortales, les ocupó dichosamente los corazones...". Las confesiones duraron más de ocho días, mientras tanto la restitución de "honras, haciendas y famas", la reconstrucción de matrimonios y otras virtudes, predominaron entre los habitantes.
Bogotá era una ciudad que rebosaba santidad. Según el narrador aún muchos años después de este acontecimiento, todos los 9 de marzo se hacía un acto público en el cual se descubría el Santísimo Sacramento durante toda la tarde hasta las 10 de la noche, hora en que había comenzado el ruido.
El supuesto acontecimiento no quedó allí. Durante los dos siglos siguientes muchos escritores hicieron alusión al hecho casi en los mismos términos de Cassani: José María Caballero, en su diario de comienzos del siglo XIX; José Manuel Groot y Vargas Jurado, entre otros, narran el suceso casi con las mismas palabras. Realmente hay una sola fuente, Cassani, y lo que hace sospechosa esta descripción es que ningún otro cronista de la época hace mención al ruido.
Es posible que el cronista hubiera tomado un hecho más o menos insignificante para escribir una historia cercana al juicio final que pretendía moralizar a los incautos santafereños de mediados del siglo XVIII. Sin embargo, su cuento fue tan impactante en las siguientes generaciones que creó un imaginario que con el tiempo transformó "el ruido de Bogotá" en "los tiempos del ruido" para hacer alusión a algo que ocurrió en tiempos remotos o para ponderar la antigüedad de algo. No fue tan corto el ruido. Un cuarto de hora bastó para crear una forma de nombrar el pasado, y para dejarnos ver cómo se puede fundir la leyenda y la historia.
*Profesor asociado, departamento de historia, Universidad Javeriana.