LA CONQUISTA - LA CONQUISTA DE POPAYÁN

1. Primeras exploraciones

Aunque parte del reconocimiento de la región que conformaría luego la gobernación de Popayán -en especial la zona de Antioquia- fue realizado por grupos que partieron de Cartagena, el principal impulso conquistador provino del sur, de los recientes establecimientos de Perú y Ecuador. Por supuesto, el mismo proceso de descubrimiento y sujeción del Perú produjo, como efecto secundario, la visita a las costas del Pacífico colombiano. En 1522 Pascual de Andagoya recorrió parte del litoral chocoano, y entró por uno de los ríos que desembocan allí cerca de 20 leguas (¿el Baudó?). Francisco Pizarro, que salió de Panamá en noviembre de 1525, y Diego de Almagro, pocos meses después, recorrieron toda la costa y dieron nombre a algunos de sus sitios. Acamparon por un tiempo en un río al que llamaron San Juan (que no es el San Juan actual; pudo ser el Iscuandé)1 y visitaron la isla de Gorgona; tuvieron que enfrentarse con tanto mosquito como para "atacar la armada del Gran Turco"2. Pero estas expediciones, que condujeron a la identificación rápida de las grandes culturas peruanas, no se dejaron distraer por aventuras menores que, dadas las dificultades del medio geográfico y la ausencia de señales inmediatas de grandes riquezas o densas poblaciones, parecían poco prometedoras. En 1531 Pizarro dirigió sus hombres a la conquista de los Incas; en tierra ecuatoriana un grupo de unos 30 hombres traídos de Nicaragua por Sebastián de Belalcázar se unió a ellos y contribuyó a la caída de los indios peruanos. El líder de este contingente, Belalcázar, obtuvo una porción del tesoro de Atahualpa inferior únicamente a la de los Pizarro y la de Hernando de Soto; como teniente de Pizarro exploró y sometió la región actual del Ecuador y en octubre de 1534 fundó allí la ciudad de Quito, con lo cual quedaba completamente sujeto a la autoridad española el territorio del antiguo imperio incaico. Este se extendía entonces hasta el río Angasmayo (actual río Guáitara), al norte del cual comenzaba la región poblada por el grupo de indígenas que recibieron nombre de Pastos -que quizás estaban en proceso de sujeción, como lo sugieren algunos testimonios de que pagaban tributos a los incas-. A finales del mismo año un grupo de españoles, encabezado por Pedro de Tapia, llegó hasta esta frontera y recibió noticias claras de los grupos vecinos.

Parece que entonces obtuvo Belalcázar informes sobre un país fabulosamente rico, en el cual el cacique, cubierto el cuerpo de oro, se sumergía en una laguna a la que arrojaba luego joyas en ofrenda a sus divinidades. Esta nueva versión de El Dorado venía a añadirse a los diversos relatos sobre la profusión de oro de los indígenas del interior y contribuiría a dar fuerza a los intentos españoles de exploración del territorio colombiano. Belalcázar, en todo caso, envió un nuevo grupo, de unos sesenta hombres, al mando de Pedro de Añasco, quien recorrió, sin tropezar con muy notoria oposición militar, la zona que recibió el nombre de Mesa de los Pastos. A esta expedición se sumó, a mediados de 1535, una bajo Juan de Ampudia, quien venía con unos noventa hombres; después de reunirse, los españoles recorrieron la parte oriental de la cordillera, guiados, según se dice, por el indio que había relatado el ritual de El Dorado. De acuerdo con Castellanos, siguieron hacia la región de Sibundoy, contra las indicaciones del informante; desde allí enviaron grupos de reconocimiento que encontraron el Patía, "adonde vieron buenas poblaciones" armadas y con bastante oro3. Todos se dirigieron entonces al Patía, siguiendo probablemente por las cabeceras del Juanambú para descender luego por el río Mayo. Recorrieron el Patía en medio de una violenta resistencia indígena, a la que respondieron, según versiones recogidas por Las Casas y Andagoya, con una táctica de tala y quema de las poblaciones con las que tropezaban4.

Los españoles anduvieron luego hacia el norte hasta encontrar la llanura de Popayán y, probablemente en el sitio de Timbío, debieron enfrentarse a unos 3.000 indios, armados de dardos, lanzas y macanas (¿octubre de 1535?). Tan pronto los alcanzó un grupo que había quedado atrás con Añasco, se trasladaron al sitio de Popayán, donde parece que cerca a una gran edificación o fortaleza existía un bien poblado caserío, al que entraron sin tropezar con mayor resistencia y el que abandonaron a los pocos días -acosados por niguas y pulgas, nos dice Castellanos- para acampar junto al río Cauca.

El grueso de la expedición continuó luego por la ribera izquierda del Cauca, en dirección al norte, por una zona que no se menciona como muy poblada, hasta que llegaron al río Jamundí, donde encontraron de nuevo fuerte resistencia de una abundante población. Los españoles se asentaron provisionalmente allí, pero pronto trasladaron el campamento a orillas del Cauca, donde pudieron advertir que la ribera oriental estaba también muy poblada.

Un grupo de unos 100 españoles, encabezados por Francisco de Cieza, partió en dirección al norte, con intenciones de buscar un sitio para cruzar la cordillera Central. Cieza siguió por el valle del río hasta la confluencia del Cauca con el río La Vieja, y tuvo que enfrentarse a una belicosa población cuyo volumen sorprendió a los españoles:

"Y en más de treinta leguas de camino
nunca se vido paso sin vecino.
Poblados montes y las partes rasas,
los fondos valles hasta los altores,
y pueblos hallaba de mil casas
grandes, de seis y siete moradores"5.

Al regreso de este grupo, Ampudia trasladó el campamento a un sitio lejano del Cauca, en las estribaciones de la cordillera Occidental, e incluso fundó un pueblo -lo que indica ya la voluntad de permanecer en la región- que se denominó Villa de Ampudia y cuya localización ha sido objeto de discusiones aún no resueltas entre los historiadores. Según Castellanos se encontraba en el "señorío" de Cali, que era parte de los dominios de Pete, cacique cuya habitación se encontraba en una parte aún más elevada de la cordillera y que limitaba al norte con los "gorrones"6; esta información es tan imprecisa, que es imposible determinar el sitio aproximado donde se estableció. Si Pete es el cacique Petecuy de otros documentos, esto indicaría las inmediaciones del Cali actual; la idea de Arroyo de que se fundó río Jamundí arriba no parece fundada 7. Sea como sea, los españoles tuvieron una serie de escaramuzas con los indios de los alrededores y después de varios intentos de sujetarlos volvieron a la Villa de Ampudia a celebrar la Semana Santa de 1536.

 

2. Fundación de Cali y Popayán

Belalcázar, entre tanto, había salido de Quito con 200 españoles y un nutrido contingente de indios; Las Casas sostiene que cerca de 6.000, la mayoría de los cuales murieron. Atravesó, en medio de mucha resistencia, la región de los Quillacingas, donde los indios quemaron sus propias sementeras, y siguió hacia el norte, en busca de Añasco y Ampudia. Cuando los habitantes de la Villa de Ampudia se encontraban celebrando -con una semana de anticipación- la Semana Santa, Belalcázar apareció con su gente. Pronto ordenó la despoblación del sitio y envió al capitán Miguel Muñoz a realizar una nueva exploración hacia el norte. Muñoz fue al río La Vieja, regresó al territorio de los gorrones y luego se dirigió otra vez al norte, hasta Anserma y Cartama, "haciendo guerra a fuego y sangre", según un informante de Las Casas. Reunidos los españoles de nuevo en territorio de gorrones, Belalcázar despachó desde allí a Juan Ladrillero hacia el occidente, en busca de un paso al Pacífico. La expedición, que duró treinta días, no condujo entonces a un resultado firme, y en ella se entró en contacto con algunas poblaciones arborícolas. Otras expediciones condujeron a saqueos y matanzas en Bitaco, Dagua y otros pueblos de la cordillera8.

Según parece, al regreso de Ladrillero Belalcázar hizo la fundación de Cali, en una fecha que tradicionalmente se ha fijado en el 25 de julio de 1536, día de Santiago. La fecha es dudosa y se basa probablemente en el hecho de que la ciudad llegó a ser conocida con el nombre de Santiago de Cali, pero en los documentos más antiguos se habla solamente de Cali. A finales de 1536 Belalcázar abandonó la ciudad -con 1.000 indios de carga tomados en Lili- y dejó como teniente a Miguel Muñoz, quien en 1537, presionado por el cabildo local, la trasladó al sitio actual, conocido entonces como "Valle de Lili". Lucas Fernández de Piedrahíta fecha este traslado el 5 de julio 9.

Los historiadores han debatido largamente acerca del sitio de la fundación original de Cali: Arboleda afirma que se hizo en las cabeceras del río Calima 10; Arroyo sugiere la región de Vijes y otros mencionan a Calima11. Los escasos documentos de la época coinciden en que se fundó en territorio de los indios "gorrones". Dos documentos de la década de 1540 dicen que se fundó a 23 leguas, el uno, y a 26, el otro, al norte del sitio al cual se trasladó luego12. La zona recibió el nombre de Calili, y según Cieza, se encontraba en la parte plana del valle (en "estos llanos"); posteriores descripciones de los gorrones los sitúan en el norte del valle, desde la orilla del Cauca hasta las partes elevadas de la cordillera Occidental13. Lo anterior permite concluir que los sitios sugeridos de Vijes y las cabeceras del Calima deben descartarse; los datos indican un sitio a unos 80 o 100 kilómetros al norte de la situación actual, al pie de la cordillera Occidental, tal vez en uno de los actuales municipios de Bolívar o Roldanillo. Es posible que nueva documentación resuelva esta cuestión, cuya importancia por lo demás es muy escasa, pues no sabemos casi nada de lo ocurrido en la época en que estuvo en el sitio original.

Cuando Belalcázar salió de Cali se dirigió otra vez al sur, y en el sitio donde habían encontrado la fortaleza indígena ya mencionada, fundó -tal vez en diciembre de 1536- la ciudad de Popayán, que fue trasladada el 13 de enero de 1537 al sitio actual; es posible que sólo después del traslado ejecutado por Juan de Ampudia se hubieran hecho los trámites formales de fundación, pero también en este caso la documentación existente es confusa. Incluso los herederos de Ampudia trataron de mostrar, con documentos de la época, que Popayán se había llamado inicialmente "Villa de Ampudia", lo que hace sospechar que el pueblo establecido por Ampudia a fines de 1535 o comienzos de 1536 -suponiendo que realmente haya sido fundado de acuerdo con las formas usuales- y cuya localización no conocemos sino vagamente por la referencia de Castellanos, fue asignado como antecedente tanto de Cali como de Popayán, en el último caso por interés de sus herederos, y en el primero quizás por su cercanía al sitio definitivo de Cali, la que pudo confundir a Castellanos; hay que tener en cuenta que entonces una fundación era muchas veces más un hecho jurídico que un asentamiento real, de modo que no es imposible que una fundación hecha en las cercanías de Cali fuera aducida por el interesado como antecedente de Popayán un año después de ser despoblada, y más aún si había hecho antes un campamento en este último sitio.

Belalcázar, habiendo realizado dos fundaciones, que le daban pie para presentarse como conquistador de la región, retornó a Quito con 30 hombres, después de hacer un recorrido por la cordillera Central y los páramos vecinos a Popayán, en preparación de una expedición al otro lado de la cordillera en busca del ansiado Dorado. En Quito trató de aprovisionarse en la mejor forma posible para la larga búsqueda que preparaba: de allí regresó en mayo de 1538 con 1.000 indios cargueros, ganado, perros, gallinas y semillas para la colonia, que se añadían a los cerdos y yeguas que se habían traído antes, todo esto financiado en gran parte con el oro que había producido el saqueo de los pueblos indígenas del Patía y el Valle del Cauca.

 

3. Expedición a Santa Fe y nuevas fundaciones

En Popayán, Belalcázar procedió a distribuir los indios en encomienda, y a mediados del año salió hacia el oriente, con 300 hombres, multitud de mercancías, numerosos indios de servicio y, como usualmente lo hacía el previsivo conquistador, con piaras de cerdos para evitar los riesgos de hambre. En el cruce de la cordillera, que según parece, aunque no existen informes adecuados, se hizo por la vía de Paletará y La Plata, empleó cuatro meses; "siempre halló pueblos jornada a jornada y mantenimientos", según el mismo Belalcázar; según Pedro de Puelles, su teniente, encontró algunas ricas poblaciones al comenzar el descenso al Magdalena 14.

Este río fue recorrido inicialmente por el lado oriental, por unas ochenta leguas; luego lo atravesaron y siguieron por la ribera izquierda hasta llegar a la desembocadura del Sabandija. Antes de la región de Neiva anduvieron entre poblaciones indígenas que luchaban con lanzas y macanas, pero desde ese punto tuvieron que enfrentarse a grupos provistos de flechas envenenadas. Algunas expediciones enviadas por Belalcázar intentaron encontrar, sin resultado, un paso al Valle del Cauca por la cordillera Central; pasaron por "pueblos chiquitos y mala gente y mucha hierba"15. Hacia enero o febrero de 1539, y después de haber hecho fundar, por Añasco y Ampudia, quizás en diciembre de 1538, la ciudad de Timaná (con el nombre original de Guacallo o Guacacallo), Belalcázar hizo contacto con un grupo de soldados de la expedición que al mando de Gonzalo Jiménez de Quesada había llegado hasta la sabana de Bogotá. De este modo se encontraban las gentes de los dos grupos más activos en el reconocimiento del interior del país; se adquiría así en cierto modo una primera imagen global, aunque aproximada y con muchos vacíos, de la geografía colombiana.

Belalcázar, como se repite en el capítulo sobre Santa Fe, subió a la sabana, negoció con Quesada aprovechando la gran cantidad de mercancías, caballos y provisiones que tenía y se embarcó con él y Nicolás de Federmán en mayo de 1539 hacia Cartagena, ostensiblemente para ir a alegar a España los derechos de Pizarro sobre lo que él había descubierto, inclusive el territorio chibcha, pero más probablemente a lograr que se separara la región de Popayán, Cali y Timaná de la jurisdicción del conquistador de los Incas. Antes de partir ordenó a Juan Cabrera la fundación de Neiva, en un sitio más al sur que el actual (desembocadura del Neiva y el Campoalegre), y dejó allí un puñado de españoles deseosos de recorrer un territorio que se creía bastante rico en metales preciosos. El interés de Belalcázar era el de apuntalar con fundaciones hechas con todo el aparataje legal sus pretensiones al gobierno de la región, pues el establecimiento de ciudades representaba una prueba de dominio real y de intenciones de permanencia.

Entre tanto la situación en Popayán parece haberse hecho más difícil. Como teniente de gobernador, con un puñado de españoles, había quedado Francisco García Tovar, quien no pudo enfrentarse adecuadamente a la rebelión sostenida de los indios de los alrededores y debió sobre todo resolver la escasez creada por la renuencia de los indios a sembrar, descrita por Pascual de Andagoya en los términos siguientes: "Y como en Popayán los cristianos no sembrasen en todo el tiempo que allí estuvieron, teniendo los indios sus maíces para coger, los cristianos se los iban a coger y tomar, y echar los caballos y puercos en ellos, determinaron de no sembrar; y como allí tarda en venir el maíz ocho meses, hubo tanta hambre, que se comieron unos a los otros, o murieron de ella, fuera de los que Belalcázar llevó en servicio del ejército"16. Según el cronista Herrera murieron 100.000 indios, y 50.000 fueron devorados por otros, lo que parece algo exagerado 17.

Francisco Pizarro, desconfiando probablemente de las intenciones de Belalcázar, decidió enviar a uno de sus hombres, Lorenzo de Aldana, como "juez de comisión", con poderes para asumir el mando en caso de que pareciera claro que Belalcázar tenía intenciones de independizarse. Aldana, que vino con 40 caballeros, ayudó a resolver algunos de los problemas de abastecimientos de Popayán y no asumió el gobierno hasta que, probablemente hacia junio o julio de 1539, Ampudia le dio informes completos del viaje de Belalcázar. Al poco tiempo, Añasco, que después de repartir los indios en encomienda, había dejado a Timaná bajo el gobierno de Juan del Río, fue a Popayán, reconoció la autoridad de Aldana y fue confirmado como teniente de gobernador en Timaná. Para Popayán y Cali fueron también confirmados como tenientes Ampudia y Muñoz, respectivamente.

Aldana había ido en seguida a Cali, donde colaboró con la organización de la expedición de Jorge Robledo a Antioquia, después de lo cual volvió a Popayán y siguió al Perú, pero fundó antes la ciudad de Villaviciosa de Pasto, a fines de 1539, en llanuras de Yacuanguer; en 1540 o 1541 fue trasladada al sitio actual, con el objeto de establecer una ciudad como centro de control de los pueblos "Quillacingas" que habitaban esa región, y con los cuales hubo inmediatamente una larga lucha18.

 

4. Descubrimiento del territorio antioqueño

Como se indicó antes, la búsqueda del origen del oro acumulado por los pueblos del Darién y el Sinú llevó a los conquistadores de Cartagena a ejecutar varias expediciones, atraídas por la mítica fortuna de Dabeiba. La primera que logró superar las dificultades creadas por las sierras del alto Sinú fue la de Francisco César, ya mencionada. En enero de 1538 Juan Vadillo, utilizando el camino explorado al regreso por César, salió con 200 hombres de San Sebastián de Urabá, bien equipado, con una expedición que según Fernández de Oviedo le costó más de 50.000 pesos19. Con él iba César, que conocía ya la región. A mediados de febrero de 1538 se hallaron en los valles de la serranía de Abibe, hacia las fuentes del Río Sucio, donde se encontraba el dominio del cacique Nutibara, quien parece haber muerto en algún encuentro con los españoles. Desde allí cruzaron la cordillera Central y llegaron al valle del Cauca, probablemente a la altura de Buriticá; allí estaban las importantes minas de oro explotadas por los indios de la región. Vadillo siguió hacia el sur por la orilla occidental del Cauca, encontró restos de grandes edificaciones abandonadas, atravesó la región de Caramanta y Anserma y tropezó con señales de anteriores entradas españolas. Había gastado casi un año en el viaje, que estuvo marcado por grandes dificultades y continuas peleas con los indios. Según el cronista Cieza, que lo había acompañado y dejó una notable descripción de los pueblos de la región, murieron 92 españoles en la travesía. A fines de 1538 llegó a Cali, donde Aldana, en nombre de Pizarro, le impidió poblar en el territorio descubierto -varios de sus soldados, sin embargo, se sumaron a las gentes venidas del sur-; siguió entonces a Popayán, Quito y Santo Domingo, de donde volvió a Cartagena a presentar su residencia. A los miembros de la expedición les correspondió un botín de cinco pesos por cabeza.

Aldana dio entonces orden a Jorge Robledo de establecer una población hacia el norte, y en agosto de 1539, probablemente el 15, se fundó la ciudad de |Santa |Ana de los Caballeros, primero en "Guarma" (¿Umbría?), a una legua del Cauca, y a los pocos días en la región de Anserma. La primera fundación se hizo un poco apresuradamente, ante las noticias de que llegaba una nueva expedición española desde el norte. Se trataba del grupo enviado al mando de Luis Bernal y Juan Graciano para tratar de localizar a Vadillo, y que venía roto por fuertes disensiones, que sirvieron a Robledo para ampliar sus huestes con algunos de los recién llegados.

Robledo utilizó desde entonces a Santa Ana como centro para una serie de expediciones a los alrededores, entre las cuales pueden señalarse algunas de cierta importancia. A fines de 1539 Melchor Suer de Nava (o Suero de Nava) fue con 50 hombres hasta la provincia de Caramanta y quizás un poco más al norte, de donde se volvió sin intentar una fundación atemorizado por la gran cantidad de indígenas que encontró. Mientras tanto, el mismo Robledo se encargó de pacificar a un cacique llamado Ocuzca, al que tuvo preso y cuya gente fue duramente castigada. Francisco Gómez Hernández, con otros 50 hombres, perros y ballestas, atravesó la montaña occidental en busca del Chocó. Pasó por Cima (¿Chamí?) y descubrió las cabeceras de un río que creyó era el Atrato, pero era probablemente el San Juan. Finalmente, Ruiz Vanegas sometió a Pirsa y Supía.

Robledo procedió inmediatamente a repartir los indios en encomienda, probablemente un poco antes de que estuvieran realmente sujetos, y en marzo de 1540 salió con cien hombres a una expedición más ambiciosa que las anteriores. Bajó por la orilla del Cauca hasta Irra, donde cruzó el río, y comenzó a recorrer las numerosas poblaciones indígenas de la vertiente oriental. Fue a tierras de Carrapas, Picará y Pozo, que tenían fama de valientes. Para someter a estos últimos fue apoyado por Carrapas y Picará, y ejecutó una amplia matanza de indígenas usando los temibles perros de presa, que desempeñaron destacado papel en la conquista de la zona. Luego fueron sometidos los Arma y se hizo una rápida visita, encabezada por Hernán Rodríguez de Sosa, a los pueblos del cacique Maitamá. El mismo Rodríguez de Sosa fue enviado por Robledo hacia el norte, y siguió por la ribera oriental del Cauca, por pueblos que denominó de Pascua, Pueblo Blanco, Cenufana, provincia de la Loma y Pueblo de Pobres, este último frente a Buriticá, desde donde regresó al sur. Luego Robledo regresó al sur y recorrió la región de los Quimbaya, los cuales fueron también sujetados rápidamente. En general, sin embargo, parece que el grado de sumisión de los indios de esta región no era muy grande, y aunque el temor y las matanzas hechos entre ellos, así como el hábil uso de sus enemistades por Robledo, hicieron que aceptaran rápidamente el dominio español, en las décadas siguientes fueron frecuentes las rebeliones de los indígenas de esta parte, que finalmente desaparecieron casi por completo20.

 

5. La gobernación del San Juan

En 1536 había recibido Gaspar de Espinosa, antiguo alcalde mayor de Santa María la Antigua, el gobierno de un territorio situado "desde el río San Juan, hasta donde comienza la Gobernación que tenemos dada al Adelantado Don Francisco Pizarro"21. Espinosa murió sin haber logrado llegar al territorio que se le había asignado, y en su reemplazo la Corona nombró en diciembre de 1538 a Pascual de Andagoya, quien en febrero de 1540 zarpó de Panamá para conquistar y asumir el mando de su gobernación y desembarcó con Juan Ladrillero en la bahía de Buenaventura. Andagoya, posiblemente para aprovechar conquistas ya hechas y con algo de mala fe en relación con el territorio que se le había asignado -que incluía realmente la vertiente del Pacífico de la cordillera Occidental, entre el río San Francisco o Mataje y el río "San Juan", que era probablemente el Iscuandé actual o algún río vecino a éste- se presentó en Cali en mayo y pretendió que su autoridad se extendía a esta ciudad, así como a Popayán y Anserma; los cabildos de estas ciudades aceptaron los documentos presentados por Andagoya y lo recibieron como gobernador, aunque parece que en algunos casos bajo protesta. El nuevo mandatario procedió a tomar algunas medidas para debelar una rebelión de los indios de la región de Páez y Timaná, y envió a Juan Ladrillero a establecer un puerto en el Pacífico, que recibió el nombre de |Buenaventura (julio o agosto de 1540).

Entre tanto Robledo, que deseaba posiblemente escapar a la autoridad de Belalcázar, dio a Andagoya detallados informes de sus expediciones, pero se apresuró a completar la organización de la región por él conquistada mediante la fundación, el 9 de agosto de 1540, de una nueva ciudad en territorio Quimbaya. Con esto, fuera de consolidar su posición como "fundador", podía dar encomiendas a aquellos de sus hombres que aún no las tenían, antes de que Andagoya tratara de hacer la repartición a su placer. La nueva ciudad, que se denominó |Cartago y se fundó en el actual sitio de Pereira, dominaba un área que tenía alrededor de 60 caciques, lo que la hacía muy atractiva. Luego de una entrevista con Andagoya en Cali, Robledo volvió a Santa Ana (la que recibió, por orden de Andagoya, el nombre de San Juan) y a Cartago, donde celebró una nueva ceremonia de fundación (enero de 1541) y repartió estancias para siembras y ganados; hizo luego algunas expediciones de pacificación y castigo de los pueblos cercanos (Chatapá, donde un cacique condenado a muerte por Robledo se convirtió al cristianismo poco antes de ser ejecutado, y Apia) y envió a Alvaro de Mendoza en busca de la provincia de Arvi (Herveo), al otro lado de la cordillera Central, en una entrada que permitió reconocer el valle del Quindío, aunque falló en el intento de descender a los llanos del Tolima.

 

6. Regreso de Belalcázar y conquista de Antioquia

El temor de la Corona española al creciente poder de Francisco Pizarro en el Perú resultó favorable para las pretensiones de Belalcázar, quien logró aprovechar su estada en España para obtener la disgregación del gobierno de Lima y la creación de la gobernación de Popayán, que incluía las ciudades de Popayán, Cali, Anserma, Cartago, Guacallo (Timaná) y Neiva. Fuera del título de gobernador, Belalcázar recibía también el de adelantado (marzo de 1540). Informado de que Andagoya andaba por sus territorios se apresuró a viajar a América y en febrero de 1541 llegó a Cali, acompañado por sastres, herreros, zapateros, plateros y las primeras mujeres que vinieron a la región. Depuso inmediatamente a Andagoya y lo sometió a prisión, aunque por breve tiempo. Este, liberado por Vaca de Castro, quien estuvo tres meses enfermo en Cali, mandó desde Panamá a su teniente de gobernador Payo Romero, a la conquista de la región del "San Juan", para preparar una expedición que él mismo habría de realizar posteriormente. Romero entró con sus hombres en el río, estableció una colonia que fue destruida rápidamente por la hostilidad de los indios y en la que el teniente encontró la muerte, sin que hubiera logrado crear una base permanente para la gobernación de Andagoya, que dejó prácticamente de existir desde entonces.

Restablecida su autoridad, Belalcázar envió a su teniente Pedro de Ayala en busca de Robledo, quien lo recibió bajo protesta, y del mismo modo aceptó la autoridad de Belalcázar, pues alegaba que lo que él mismo había descubierto no estaba incluido en el territorio concedido a Belalcázar. Este cambió de nuevo el nombre de Santa Ana, esta vez por Anserma, y prometió apoyo a Robledo para nuevas marchas al norte. Hacia abril de 1541 Robledo con "84 hombres" todos con buena experiencia en América ("isleños") viajó de nuevo Cauca abajo, pasó el río por Irra y tras recorrer de nuevo a Carrapá, Picará, Pozos, esperó en Paucura noticias de Belalcázar, que no llegaron. Desde allí envió a Mendoza a un nuevo intento de localizar a Arvi, y poco después siguió al norte, a la zona recorrida por Suer de Nava: fue a Arma, de nuevo esperó allí socorros prometidos por Belalcázar, que tampoco llegaron, y siguió al Pueblo de Pascuas, a Poblanco, Cinifaná y el Pueblo de las Peras (¿Amagá?), llamado así por la abundancia de aguacates. Un grupo dirigido por Juan de Frades bajó hasta el Cauca, frente a Titiribí; Robledo siguió a Mungía o Murgía (o Pueblo de Sal: Heliconia), y desde allí despachó a Jerónimo Luis Tejelo, con 32 hombres, a buscar un paso por la cordillera Central; este contingente entró al Valle de Aburrá, acompañado por Robledo y el resto de los españoles. Los indios, armados con dardos, macanas y tiraderas, ofrecieron mucha resistencia, y muchos de ellos se suicidaron para evitar ser dominados por los españoles o por simple terror: como dice Cieza, "fue tanto el aborrecimiento que nos tomaron los naturales dél, que ellos y sus mujeres se ahorcaban con sus cabellos o de los maures, de los árboles, y aullando con gemidos lastimeros dejaban allí sus cuerpos y abajaban las ánimas a los infiernos". Un recorrido de los llanos situados al oriente reveló la existencia de acequias artificiales, pero no se encontró gente; más al oriente, en las vertientes hacia el Magdalena, hallaron grandes edificios destruidos, así como caminos tajados en piedra, los que consideraron evidencia de tan grande población que decidieron retornar a Aburrá inmediatamente, para evitar un encuentro con los grupos de esa parte 22. A fines de agosto siguieron adelante, para volver a descender la cordillera hacia el Cauca. Llegaron a otro pueblo con fuentes de sal -Jorvura-, siguieron dos leguas río abajo y frente a donde habitaba el grupo de los Tahamíes, cruzaron el río con grandes dificultades, pues sólo doce españoles sabían nadar. Pero antes había enviado al capitán Francisco Vallejo a una nueva exploración en las estribaciones de la cordillera Central, entre los pueblos de Nutave y Urezco. Fue tan numerosa la población, que otra vez decidieron evitarla y seguir adelante. Al norte de Tahamí encontraron a los indios Currume (o Corome), después de pasar al lado del cerro de Buriticá. Dos jornadas al norte encontraron la provincia de Ebéjico, cuyos indios estaban listos para pelear con los españoles. Después de varios días de amenazas, pequeños encuentros, en los que llevaban la mejor parte los perros de presa de los españoles, e incidentes (cuando Robledo les dijo que iba a poblar allí en nombre del Rey de España, de quien era esa tierra, los indios respondieron "que si habíamos hecho nosotros aquellos bohíos y plantado los árboles, para que fuese del Rey, que les decía, aquella tierra")23 los españoles volvieron a Currume y un grupo pasó la cordillera Occidental y descubrió las provincias indígenas de Penco, Parruto y Guaramí (¿actuales Cañasgordas y Uramita?) y regresó a Ebéjico, donde todos se juntaron de nuevo.

Robledo decidió entonces hacer una ciudad en la región, que le parecía lo suficientemente rica para sostenerla. Después de derrotar a los indios de Ebéjico e Ituango, fundó, el 25 de noviembre de 1541 (el acta de fundación está fechada el 4 de diciembre), la ciudad de Antioquia24. Fundada la ciudad, Robledo decidió irse a España -después de alguna presión del cabildo para que no regresara al sur- y para no tropezar con Belalcázar salió en dirección de San Sebastián de Urabá. Poco antes había hecho recorrer la provincia de Peque; ahora dio una nueva visita a Currume, Penco, Quinquirá, Nori, Guaca y Abibe. Pero al llegar a San Sebastián fue apresado por orden de Pedro de Heredia, quien también pretendía el control de la región antioqueña, y enviado a España.

En Antioquia había quedado Alvaro de Mendoza como teniente, en nombre de Robledo. Pedro de Heredia, tan pronto apresó a este último, marchó a la nueva ciudad y por fuerza y amistad con Mendoza la sometió a la gobernación de Cartagena; quienes estaban en desacuerdo, sin embargo, abandonaron la ciudad y se marcharon al sur, hacia Popayán; en el camino tropezaron con el capitán Juan Cabrera, quien venía persiguiendo a Robledo enviado por Belalcázar, que consideraba a aquél poco digno de confianza. Cabrera, que fundó durante esta expedición la ciudad de |Arma (junio-julio 1542) siguió a Antioquia y la ocupó a la fuerza; Heredia fue enviado preso a Cali, mientras Cabrera, juzgando inadecuado el sitio de la ciudad, ordenó su traslado al otro lado de la cordillera, al Valle de Norí, en sitio cercano al actual Frontino. Allí estaba rodeado de los indios |catíos, bastante guerreros, quienes la mantuvieron en continuo acoso. No obstante, ambas gobernaciones, Popayán y Cartagena, continuaron luchando para obtener la jurisdicción sobre Antioquia. El teniente Isidro de Tapia, quien la trasladó, e hizo la distribución correspondiente de encomiendas, fue sucedido por Alonso Díaz Madroñedo, quien redistribuyó los indios, lo que ofendió a Tapia y a sus gentes. Estos abandonaron la ciudad y se pasaron, probablemente a fines de 1543 o comienzos de 1544, al servicio de la gobernación de Cartagena. En nombre de Pedro de Heredia reasumió Tapia la tenencia de gobernación, pero esta vez sujeto a la gobernación rival. Heredia trató de afianzar su dominio sobre la región antioqueña con una expedición hecha por él mismo, bastante larga, en la que fundó la población de |Maritué, de muy breve duración. Entre tanto Díaz Madroñedo volvió y de nuevo se apoderó del gobierno; dejó a Antioquia para ir a informar a Belalcázar y Heredia regresó y dejó como gobernador en su nombre a Diego Hernández Gallego25. Díaz Madroñedo volvió por tercera vez a conquistar para Popayán la ciudad, apresó a Hernández Gallego y redistribuyó las encomiendas, lo que debió de haber ocurrido una y otra vez durante estos años. Los despojados se rebelaron, apresaron a Díaz Madroñedo y a otros y los enviaron presos a San Sebastián; en el camino éstos tropezaron con Jorge Robledo, quien venía de España con el título de Mariscal y había obtenido del visitador Miguel Díaz de Armendáriz poderes -ilegales, por lo demás, pues el visitador no cumplió la orden dada por la Corona de residenciar primero a Robledo- como teniente de gobernador para Antioquia, Anserma y Cartago26. Robledo liberó a algunos de los presos y siguió al sur; en Antioquia fue recibido sin dificultades, y al tiempo en mayo o junio de 1546 hizo la fundación de Santa Fe, en un sitio que se suponía muy rico en oro, aunque quizás simplemente con la idea de organizar desde allí la explotación de las minas de Buriticá. Fue luego a Arma, donde el cabildo no quiso aceptar su autoridad y debió imponerla con violencia. Lo mismo le ocurrió en Cartago y en Anserma, y en esta ciudad violentó las arcas reales cuando los funcionarios de la Corona se negaron a entregarle los fondos existentes. Belalcázar, informado de esto, y deseoso de liquidar a quien veía como un usurpador ilegal de su autoridad y como agente de Díaz de Armendáriz, preparó su gente para resistir a Robledo y después de varias negociaciones engañosas lo sorprendió el 1º de octubre de 1546 y a los pocos días lo hizo ejecutar, junto con Rodríguez de Sosa y algunos españoles más. El conflicto entre Belalcázar y Robledo había llegado a punto tan álgido por el contexto político y social que lo había rodeado; los pobladores locales esperaban con prevención una nueva legislación sobre indios y veían en quienes venían a imponerla, como Armendáriz y por lo tanto Robledo, a enemigos en potencia; éstos, como funcionarios de la Corona, temían con base en el ejemplo peruano que Belalcázar acaudillara una rebelión similar en Popayán y consideraban muy posible su traición al Rey.

El gobernador de Popayán, sometida otra vez Antioquia a su autoridad, envió de nuevo sus tenientes allí. Entre éstos estuvo Gaspar de Rodas, quien parece haber ejercido el mando durante varios años, en una situación que seguía siendo precaria por la continua rebelión de los indios vecinos. Mientras Santa Fe lograba al menos sostenerse, Antioquia estaba asediada por indios que Luis Bernal reprimió con la usual violencia a comienzos de la década del 40 pero que de nuevo atacaron, quizás hacia 1548, la ciudad, y finalmente forzaron a los pocos habitantes a trasladarse a Santa Fe, que desde entonces quedó como único centro de población española en la extensa región antioqueña y como base de las expediciones que luego se hicieron para dominar a los indios aún muy superficialmente sojuzgados y en muchos casos todavía del todo independientes.

 

7. Otras rebeliones indígenas

Otras zonas de la gobernación de Popayán fueron escenario en estos años de fuertes rebeliones por parte de los indios locales. Al suroeste de Cali los Timbas se levantaron en 1542 y fueron necesarias tres expediciones sucesivas, la última de las cuales fue dirigida en 1543 por el veterano Juan Cabrera, para someterlos, aunque no se logró evitar que para 1549 estuvieran otra vez por fuera del control español. En Arma, que fue fundada justamente para tratar de sujetar la población notablemente rebelde, los siete años siguientes fueron de continua lucha con los indios; el mismo Belalcázar debió ir a reprimirlos en 1545, en 1549 seguían en guerra y en 1550 Francisco Briceño intentó una vez más sujetarlos. Los Quimbaya se rebelaron en 1542; al menos 14 españoles, 12 esclavos negros y 55 indios yanaconas y 12 indios esclavos murieron a manos de los indios locales. Pero esta vez fueron sometidos rápidamente y pasaría más de una década antes de una nueva sacudida Quimbaya27.

Pero quizás el grupo que resistió con mayor vigor la penetración española fue el de los indios de la región de Timaná. Como ya se señaló, a finales de 1538 se fundó una ciudad en la zona habitada por los Yalcones y Apiramá, como fueron denominados entonces. La presencia de oro y de una abundante población fueron factores que decidieron a los españoles a permanecer allí, conjuntamente con la idea de que se encontraba en el camino hacia otro de los sitios donde se situó míticamente uno de los tantos Dorados que señalaban con su atracción fantástica el camino a los peninsulares: cerca a una laguna con muchas islas, cerca a la región de la canela, en dirección al suroeste debía encontrarse, creían los españoles, una región de inaudita riqueza.

Pedro de Añasco repartió los indios en encomienda, fue confirmado como teniente de gobernador por Lorenzo de Aldana y regresó, a finales de 1539, a enfrentarse a una rebelión de indígenas que la leyenda atribuye a la muerte cruel del hijo de una indígena, la Gaitana, que en venganza logró el apoyo de los caciques yalcones en un levantamiento contra los españoles28. Hacia octubre de ese año los indios derrotaron a éstos y dieron muerte a un buen número de ellos, entre otros a Añasco. Ampudia, que se encontraba en Popayán, trató de someterlos para mantener abierto el paso hacia Santa Fe, pero murió también a manos de los indios a comienzos de 1540. Parece que los yalcones, envalentonados, obtuvieron ayuda de otros grupos vecinos, principalmente de la otra ribera, la occidental, del Magdalena. Según los cronistas, más de 10.000 indios se reunieron y atacaron a los europeos, ahora bajo el mando de Juan del Río, pero esta vez sufrieron una terrible matanza -unos 6.000 murieron, dicen las fuentes españolas, y muchos sirvieron de comida a sus compañeros-, pese a lo cual los conquistadores, advirtiendo la dificultad de someter estos grupos, que estaban preparando un nuevo ataque, decidieron despoblar la ciudad29. Finalmente, sin embargo, convinieron en llamar a Juan Cabrera, entonces teniente en Neiva, para que organizara la defensa. Cabrera despobló a Neiva, donde la enfermedad y los indios tenían en acoso a los españoles, organizó la defensa de Timaná y después de obtener promesas de amistad y paz de los indios masacró a los jefes y principales cuando se celebraban las paces.

La rebelión continuó durante los años siguientes. El mismo Belalcázar emprendió personalmente una expedición para sujetar a los indios, en 1543, que culminó con una dura derrota de los españoles en Tálaga, donde murió, con 16 españoles más, Francisco García de Tovar, que había asumido el mando de la ciudad al abandonarla Juan Cabrera, quien había preferido irse a Santa Fe en 1540 al llegar Andagoya30. Y fue el mismo Juan Cabrera el que logró un relativo sometimiento en 1544, después de una larga campaña en la que fue acompañado por soldados que habían venido con Hernán Pérez de Quesada de Santa Fe en busca del Dorado; para entonces la población indígena se encontraba muy reducida y la ciudad se había convertido en una aldea sin muchas esperanzas, dedicada sobre todo a la cría de ganados31.

 

8. Fin de la gobernación de Belalcázar

Fuera de los conflictos que lo enfrentaron con Robledo y de los esfuerzos por someter poblaciones indígenas demasiado listas a la rebelión, Belalcázar debió atender a otros problemas derivados de la situación peruana. Ya en 1541 Belalcázar había debido ir a Quito en apoyo del gobernador Vaca de Castro, aunque su presencia era algo sospechosa, pues en las luchas entre los partidarios de Francisco Pizarro y Diego de Almagro parece haber favorecido a los últimos; Vaca de Castro había decidido entonces ordenar su regreso inmediato a Popayán. Cuando en 1544 se recibieron en Popayán las leyes nuevas para el tratamiento de los indios, la población española local fue ardiente opositora de su aplicación, como se narra en el capítulo pertinente, y Belalcázar, después de mucho insistir exteriormente en su cumplimiento, aceptó sobreseerlas. Pero en Perú los conquistadores se rebelaron contra las autoridades españolas y el virrey Blasco Núñez Vela, perseguido por Gonzalo Pizarro, debió refugiarse en Popayán, desde donde pidió la ayuda de Belalcázar, quien con 400 hombres y acompañado por su teniente Juan Cabrera marchó al sur a fines de 1545 y estuvo resueltamente en la batalla de Añasquito, en enero de 1546, donde los rebeldes dieron muerte al Virrey. Belalcázar, herido y apresado por los pizarristas, recibió su libertad rápidamente y volvió a Popayán. Para entonces el visitador Miguel Díaz de Armendáriz, que había mandado a Robledo a encargarse de la región de Antioquia, tenía órdenes de realizar la residencia de Belalcázar, quien trató de prevenirla con amenazas veladas al visitador. Este decidió aplazar la residencia hasta que pasaron las perturbaciones del Perú; el nuevo presidente, Pedro La Gasca, apoyaba esta conducta, pues temía que si Armendáriz trataba de residenciar al gobernador, éste podía rebelarse y sumarse a los seguidores de Pizarro. En realidad, toda la región y prácticamente todas las Indias se encontraban en un estado de rebelión latente, cuando no se manifestaba abiertamente, y todo gobernante que se lanzara contra la Corona podía contar con la simpatía de muchos conquistadores que temían que las nuevas leyes fueran a quitarles la posibilidad de gozar del fruto de sus laboriosas conquistas, al limitarles la posibilidad de explotar a los indios y de establecer con la obtención de una encomienda las bases de una fortuna familiar y de una posición social elevada. El temor a una rebelión de Belalcázar se hizo mayor después de la muerte de Robledo, la que reveló la decisión con la que aquél estaba dispuesto a actuar y lo colocaba por otro lado en posición más arriesgada en caso de que se le hiciera el juicio de residencia, pues podría ser condenado a penas muy drásticas por tal hecho. En todo caso, La Gasca llamó a Belalcázar a que apoyara con sus hombres las fuerzas del Rey en Perú; y aunque demoró en varias formas su viaje, asistió, a comienzos de 1548, a la batalla de Sacsahuana (Jaquijaguana), en la que los rebeldes fueron definitivamente derrotados.

A su regreso a Popayán, Belalcázar ordenó la fundación de nuevas ciudades, como Madrigal de Chapanchica, 50 kilómetros al norte de Pasto, y Nueva Rica de Caramanta, en sitios donde se esperaba que podrían establecerse productivas explotaciones mineras y donde la población indígena parecía suficientemente abundante para garantizar el laboreo continuo de ellas. Pero el dominio de los indios era aún superficial. Los armas seguían rebeldes, así como varios grupos entre Popayán y Pasto; el dominio de Antioquia se reducía a los alrededores de Santa Fe.

Sin embargo la vida española estaba ya bastante asentada. Muchos encomenderos usaban a sus indios en la explotación de minas y de estancias de ganado. En los trece centros urbanos establecidos dentro del territorio de la gobernación para 1549-Cali, Popayán, Pasto, Anserma, Cartago, Arma, Caramanta, Antioquia, Santa Fe, Buenaventura, Madrigal de Chapanchica, Timaná y Neiva- comenzaban a aparecer conflictos usuales de las nuevas poblaciones españolas: las luchas por encomiendas, los pleitos y acusaciones; las peticiones de tierras. En 1548 llegó el primer obispo de Popayán, don Juan del Valle, quien se enfrentó con vigor a los maltratos hechos a los indígenas y contribuyó, con una autoridad esencialmente moral, a frenar en algo el carácter de frontera aventurera que tenían las zonas de conquista. A finales de la década debían vivir en las ciudades de la región -de las cuales Neiva y Antioquia se despoblarían rápidamente- entre 150 y 200 encomenderos, a los que se sumaba la población española de menor rango: soldados que no habían logrado una encomienda, artesanos, así como los miembros de la clerecía. Los españoles, fuera de los indios de encomienda, eran servidos por un creciente contingente de negros esclavos, así como por los indios de servicio traídos principalmente del Perú, desde las primeras expediciones, los "yanaconas", que importarían consigo vocablos, hábitos y costumbres de raigambre quechua, algunos de los cuales todavía se conservan en la región.

Las poblaciones más activas eran Popayán, Pasto y Cali. La primera, con ricas encomiendas, permitía a los españoles dedicarse a la agricultura y la ganadería y en forma aún limitada, a la minería; pese a las órdenes de la Corona durante todos estos años, incluso después de las leyes nuevas, se usaron los indios para sacar oro. En Cali, donde el número de indios encomendados no era muy grande y se encontraban subdivididos en número mayor de encomiendas, la actividad principal era el comercio, favorecido por la posición de la ciudad en relación al puerto sobre el Pacífico, Buenaventura. Como en otras regiones, también en esta zona operaba el mecanismo ya mencionado que permitía a los comerciantes aprovechar la escasez de mercaderías españolas para imponer elevados precios en oro y recoger en sus manos todo el oro obtenido de los indios; los conquistadores, con excepción de aquellos pocos con una encomienda substancial, se encontraban casi siempre en dificultades económicas, endeudados, hasta el punto de que, según Cieza, "estando llenos de heridas y hartos de servir los meten en las cárceles sobre la paga que les piden los acreedores"32.

Como siempre, la disminución de la población indígena, que aquí fue extraordinariamente veloz, impidió premiar en forma adecuada a los españoles, y convirtió en pocos años una zona muy poblada en una región casi totalmente desierta: Andagoya mencionó esto en 1540, cuando llegó a afirmar con clara exasperación que el camino de Popayán a Cali estaba repleto de los huesos de los indios que habían muerto, víctimas del hambre, las enfermedades y los trabajos impuestos por los españoles. Cieza comentaba en 1547 que la región del Valle del Cauca, desde Cali al norte, había sido "muy poblado de muy grandes y hermosos pueblos, las casas juntas y muy grandes. Estas poblaciones de indios se han perdido y gastado con el tiempo y la guerra, porque como entró en ellos el capitán Sebastián de Belalcázar, que fue el primer capitán que los descubrió y conquistó, aguardaron siempre de guerra, peleando muchas veces con los españoles, para defender su tierra y ellos no ser sujetos; con las cuales guerras y por el hambre que pasaron, que fue mucha, por dejar de sembrar, se murieron todos los más..."33.

En Pasto los vecinos contaban con mayor número de indios que en cualquier otra ciudad de la gobernación, muchos utilizados en una temprana explotación de trigo y cebada. A fines de la década de los 40, en efecto, el pan usual entre los españoles era ya el de trigo.

En 1550, con motivo del establecimiento de la Real Audiencia en Santa Fe, Popayán quedó sometida a su jurisdicción, y el oidor Francisco Briceño34 viajó a realizar la residencia del gobernador Belalcázar, aplazada desde años antes: la paz en el Perú hacía innecesaria ya la contemporización con el anciano conquistador. Belalcázar, acusado de maltratos a los indios y de la muerte de Robledo, fue condenado a muerte, pero obtuvo el derecho de apelar ante el Rey. Cuando se preparaba para viajar a España, en Cartagena, murió en abril de 1551.

Briceño asumió la gobernación, y, pese a que las leyes nuevas prohibían nuevas expediciones de conquista, autorizó algunas entradas en zonas todavía no sujetadas. En el mismo año de 1550 Vasco de Guzmán fue comisionado para ir a la región de Guachicono, y en el año siguiente Alonso de Fuenmayor sujetó a los indios de la zona e hizo la fundación de una nueva población española, Almaguer, en una zona donde pudieron repartirse 8.000 indios a unos 40 españoles35. En 1551 Alvaro de Pimentel fue a conquistar a Arma, donde según Francisco González Granadino, provisor del obispo de Popayán, dio muerte a más de 15.000 indios, "aperreándolos y empalándolos y quemándolos vivos"36. Por último, Sebastián Quintero fue a la provincia de los Cambis y Yalcones, donde se sabía, desde 1545, que existían minas de plata; allí fundó en 1551 la ciudad de San Bartolomé de Cambis, que luego (¿1552?) cambió su nombre por el de San Sebastián de La Plata37.

Con esto quedaba dominada en lo esencial la región del Valle del Cauca y de la altiplanicie del sur de Colombia. Quedaban grandes vacíos, es cierto, como la zona de la cordillera Central de Antioquia, y algunas otras áreas. Pero ya la población española, con sus ganados y sus cultivos, y acompañada por los esclavos negros y la población servil indígena, se había estabilizado y empezaba a transformarse de una sociedad de conquista en la sociedad colonial, donde se trataría de imitar, sin poder evitar que las nuevas condiciones de las Indias impusieran frecuentes transformaciones, la vida española.

eliquidos