1. Los viajes de exploración
Cristóbal Colón fue el primer explorador que avistó tierra del continente, cuando en 1498, en su tercer viaje a las Indias, llegó a la región de Paria, en la costa venezolana. Colón hizo un mapa de su descubrimiento, que acompañó con un relato fantástico en el que anunciaba haberse acercado al sitio donde había estado el paraíso terrenal. Pero el Almirante cayó pronto en desgracia en España, y la Corona se esforzó por reducir sus prerrogativas y derechos. Los diversos permisos que el obispo de Sevilla, Juan Rodríguez de Fonseca, dio a nombre de la Corona a varios navegantes para emprender viajes de descubrimiento y conquista en la Tierra Firme son una indicación de la política de limitar el control de Colón sobre el continente.
En 1499 Alonso de Ojeda, quien había sido uno de los capitanes de la conquista en La Española bajo el mando de Colón, obtuvo una de esas licencias y partió de España, en mayo, acompañado por dos socios bastante notables: Juan de la Cosa, que era considerado como uno de los pilotos y cosmógrafos más hábiles del momento, y el geógrafo Américo Vespucio, ligado a los intereses de la casa comercial florentina de los Médici en Sevilla. Ojeda, cuya expedición constaba de cuatro carabelas, recorrió la costa venezolana desde el golfo de Paria y llegó a la península de La Guajira, en la que dio nombre al Cabo de la Vela. Juan de la Cosa hizo un dibujo de las zonas recorridas, que representa el primer mapa de parte alguna del territorio colombiano; este mapa está fechado en 1501. Desde La Guajira se dirigieron inmediatamente a La Española, a donde llegaron en septiembre de 1499. El viaje fue planeado y ejecutado esencialmente como una expedición exploratoria, para buscar información utilizable luego, pero a pesar de esto rindió algún provecho económico: Ojeda regresó con oro, perlas, y algo más de 200 esclavos indios capturados en las islas del Caribe, los que fueron llevados a Cádiz para su venta. Ojeda inmediatamente obtuvo permiso para un nuevo viaje, en julio de 1501, pero no logró salir inmediatamente2.
Entre tanto, Rodrigo de Bastidas, "hombre honrado y bien entendido, que debía tener hacienda; determinó de armar dos navíos e ir a descubrir, juntamente con rescatar oro y perlas, que era de todos el fin principal"3. Para ello se asoció con Juan de la Cosa, hizo una capitulación con la Corona en junio de 1500 y ambos salieron en febrero o marzo de 1501, en un viaje del que esperaban obtener buenas ganancias. Bastidas y La Cosa llegaron a La Guajira y recorrieron la costa en dirección al occidente4. Descubrieron la desembocadura del Magdalena, la región de Cartagena y Santa Marta, donde dejaron a un español aprendiendo el idioma de los indios, el cual fue recogido por la expedición de Ojeda en 1502. Es posible que hayan entrado en contacto con gentes del grupo Sinú, ricos en oro. Según Bartolomé de las Casas, siguieron la costa hasta Urabá5, donde permanecieron un tiempo negociando con los indios. Ya avanzado 1502 llegaron a Santo Domingo con los frutos de su viaje: oro y perlas y algunos indios -no se sabe si capturados o traídos voluntariamente-. Bastidas tuvo siempre fama de tratar bien a los indígenas, lo que hace probable la segunda alternativa.
En enero de 1502 salió Ojeda para su segundo viaje. Venía como gobernador de "Coquibacoa", una división administrativa establecida por el obispo Fonseca y que se extendía desde la isla de Centinela, en Venezuela, hacia el occidente, hasta el Cabo de Coquibacoa en La Guajira. Ojeda debía preparar una colonización permanente, pero se limitó a establecer una base más nominal que real en La Guajira, a la cual dio el nombre de Santa Cruz (¿Bahía Honda?), en un territorio prácticamente desierto, y prefirió continuar haciendo "rescates" con los indios. Según Las Casas, llegó hasta la provincia de Cinta, a 8 leguas de Santa Marta, y sus relaciones con los indios fueron pacíficas: se redujeron al habitual canje de cuentas de colores, vidrios, peines, agujas, tijeras, cintas, papeles y algunas herramientas por oro y perlas. Otras versiones sostienen que llegó, como Bastidas y La Cosa, hasta Urabá.
Estos primeros viajes no parecen haber perturbado mucho a los indios; los españoles lograban obtener ganancias suficientes para financiar sus expediciones y dar un buen rendimiento a los capitales invertidos o prestados por financistas y comerciantes de Europa, por medio del simple intercambio con los indios, en un sistema de canje en el que los españoles aprovechaban la falta de un patrón común de valor para obtener bienes como el oro y las perlas, de alto precio en Europa, a cambio de objetos que allí lo tenían muy reducido.
En la medida en que los viajes eran financiados por empresarios particulares era por supuesto indispensable que las expediciones dieran ganancia, o al menos ofrecieran perspectivas de darla.
Pero la región fue pronto sometida a otro tipo de visitas. Como ya se mencionó, los indios de la zona de Cartagena fueron declarados caribes por Isabel, en una cédula real de 15036. Esta decisión se fundaba en que los indios no habían aceptado "ser doctrinados en las cosas de nuestra Santa Fe Católica, ni estar a su servicio y en su obediencia"; muchas veces, dice la Cédula Real, "los habían requerido... que fuesen cristianos y se convirtiesen", pero no habían querido. Por estas razones, se autorizaba su captura, para que los llevaran a las islas de las Antillas, y los pudieran "vender y aprovecharse de ellos"7. Los sitios específicamente mencionados en territorio colombiano fueron las islas de Barú y San Bernardo y el puerto de Cartagena. Esta cédula es extraña, pues el único contacto de los españoles con los indios de esta región había sido el del grupo de Bastidas y La Cosa, y sus relaciones con los habitantes locales fueron, hasta donde sabemos, pacíficas. Y es curioso que los indios fueran declarados culpables de negarse a convertir, cuando aún no había intérpretes ni sacerdotes que les predicaran la fe o los instaran a convertirse.
Es probable que Juan de la Cosa hubiera dado informes falsos con el fin de lograr la declaración de que los indios eran caribes y esclavizables, para obtener los beneficios que podían surgir del tráfico esclavista; con ello lograba además autorización para entrar a sangre y fuego en los poblados indígenas que se negaran a entregar pacíficamente su oro. Además, con base en esta cédula, se creaba una situación en la que todo capitán que quisiera hacer violencia a los indios tenía una buena excusa alegando que éstos eran caribes, caníbales o se habían opuesto al tráfico pacífico con los españoles o a la predicación cristiana.
En todo caso, con base en este permiso comenzaron a aparecer expediciones esclavistas, que respondían además a las necesidades de mano de obra que se hacían sentir con fuerza en La Española. De pocas de ellas tenemos informes claros, pues las que salían de La Española no dejaban registro, como las que pasaban por Sevilla. De éstas, tenemos noticia de la expedición de Cristóbal y Luis Guerra, quienes -en palabras de Las Casas- "llegaron a cierta provincia y creo que fue entre lo que llamamos ahora Santa Marta y Cartagena"8. Allí fueron bien recibidos por los indios, pues éstos "no habían experimentado por allí las obras de los nuestros". Guerra decidió apresar al cacique y lo hizo rescatar por un cesto de oro, que agotó el metal que tenían los indios; el botín fue de cerca de 30.000 pesos oro. Entre tanto, en junio de 1504, salió de España la nueva expedición de Juan de la Cosa, en cuyos beneficios participaba la Corona misma. Recorrieron la costa venezolana, donde cargaron palo brasil y siguieron a Cartagena, donde encontraron la expedición de los Guerra. Cristóbal había sido muerto por los indios, y el resto estaba enfermo y con deseos de regresar a España. La Cosa, para completar su cargamento, que acordó despachar con la expedición de Guerra, hizo asaltar la isla de Codego y capturar 600 indios, que se despacharon a España, con excepción de algunos que conservó La Cosa o se soltaron por "flacos o viejos". Uno de los buques se perdió, luego, con el botín del rescate del cacique. La Cosa siguió al occidente, luego de asaltar la Isla Fuerte. Llegó al pueblo de Urabá, en el oriente del golfo, y se apoderó de él; según los informes logró más de $ 3.500 de oro, aunque Gonzalo Fernández de Oviedo sostiene que debieron de ser más. Allí se enteraron de la existencia del pueblo de Darién, al otro lado del golfo, cerca a las bocas del Atrato: La Cosa fue y lo hizo tomar por asalto. Todos estos hechos llevan a Fernández de Oviedo, quien recorrió la costa menos de 10 años después, a decir que gente como La Cosa, más bien que exploradores, eran "alteradores y destructores de la tierra, pues que su afán no era tanto de servir a Dios ni al Rey, como de robar"9. Después de tomar a Darién volvieron a Urabá, donde debieron encallar varios buques que hacían agua. Ocho a diez meses permanecieron más de 200 españoles en la costa, tratando de conseguir alimentos y oro.
Las enfermedades los diezmaron y finalmente unos 100 se embarcaron en los tres buques que quedaban. Volvieron al oriente, llegaron a Zamba, donde encontraron el pueblo abandonado por los indios; según Oviedo "como lo que hallaron que comer era poco, algunos de estos cristianos, viéndose en extraña hambre, mataron un indio que tomaron, y asaron la asadura y la comieron; y pusieron a cocer mucha parte del indio en una grande olla, para llevar que comer en el batel..."10. Finalmente lograron abandonar la costa y a La Española llegaron unos 40 hombres solamente. Existe información sobre un nuevo viaje de Alonso de Ojeda en 1505, pero ni su ruta, ni otros detalles se conocen. Entre esta fecha y 1509 no hay datos sobre nuevos viajes, pero no es probable que se haya suspendido la venida de buques españoles, en un momento en el que era factible capturar y vender los indios de la costa. El hecho de que en 1509 los indios hayan enfrentado los españoles con mucha aspereza sugiere que habían continuado en violento contacto con ellos. En todo caso, resulta muy probable que durante esta primera década del siglo XVI el territorio colombiano haya sido para los españoles esencialmente un sitio adecuado para realizar el intercambio entre las riquezas acumuladas por los indios y las mercaderías españolas y para aprovisionarse de esclavos para los establecimientos antillanos. Esta segunda modalidad debió de ser muy dañina para las comunidades de la costa, que recibieron de los europeos, según las palabras de Las Casas, "grandes males". Los indios respondieron con una actitud cada vez más hostil y lograron dar muerte a algunos españoles; el rey de España, Fernando el Católico, reafirmó entonces la política de guerra "a fuego y sangre" contra los indios de esta región, para castigar tan perversa gente que no se dejaba someter en paz.
2. La Gobernación de Nueva Andalucía y los primeros pueblos de españoles
Colón había recorrido en 1502 la costa panameña, y había imaginado encontrar también allí los más grandes tesoros y riquezas. Muerto el Almirante sus hijos mantuvieron un largo pleito por el gobierno de la región, que sólo vino a fallarse en 1511. Entre tanto, la Corona asumió el gobierno del área, en detrimento de los herederos de Colón, y por medio de capitanes y gobernadores con los que firmaba capitulaciones para el descubrimiento y administración de nuevos territorios. En 1508 se ordenó el poblamiento de la Tierra Firme, en dos empresas separadas que construirían fuertes y se dedicaron predominantemente a explotar minas de oro. La empresa sería privada, pero la Corona recibiría, como tributo, la décima parte de las ganancias y luego el quinto, y ejercería una supervisión detallada sobre lo que ocurriera. Pero no se pensaba en una colonización inmediata: los alimentos debían traerse de Jamaica, así como 400 indios que se sacarían de las Antillas. Poco se esperaba, como puede verse, de los indios locales. No se dieron provisiones detalladas para organizar la administración, realizar nuevos descubrimientos, convertir a los indios o regular su tratamiento: se trataba de una empresa comercial y minera ante todo. Diego de Nicuesa obtuvo la gobernación de |Veragua, que iba desde el golfo de Urabá, al occidente, y Alonso de Ojeda, la de |Nueva Andalucía, del golfo al Cabo de la Vela. Este último tenía como socio a Juan de la Cosa, que era ya un hombre rico, y a Martín Fernández de Enciso, quien invirtió en esta aventura la fortuna que había adquirido como abogado en La Española.
Precisamente esta necesidad de asociarse con personajes acaudalados provenía del carácter privado de la empresa conquistadora y de la ausencia, con excepciones contadas, de financiación por parte de la Corona. El conquistador y sus socios hacían una inversión que si para el mismo conquistador podía ofrecer como premio la gobernación de un territorio, poder y gloria, para quienes arriesgaban capitales debía ofrecer adecuada rentabilidad. Así pues, fueron las perspectivas de ganancia las que llevaron a comerciantes y financistas sevillanos o a enriquecidos isleños a apoyar las nuevas expediciones; en menor medida los mismos soldados más pobres se unían a la aventura con la esperanza de encontrar en ella riqueza, aunque la vieran más como un botín que podía apropiarse que como el debido rendimiento de una inversión. Pero aun en este caso la parte que correspondía a cada conquistador de los tesoros arrebatados a los indios dependía básicamente de su aporte, y variaba en caso de que hubiera logrado contribuir a la empresa con caballos, armas, etc., o de que hubiera tenido por el contrario que ser financiado por los socios principales. La habilidad militar, los actos heroicos, influyeron más bien en el reparto de las encomiendas, sobre todo por cuanto podían hacer salir a un soldado de su puesto original en la jerarquía militar de los conquistadores. Pero, por otro lado, aunque la conquista fuera privada y su jefe en cierto sentido, un administrador de la empresa, las "capitulaciones" hechas con la Corona daban a quien encabezaba la expedición funciones políticas y administrativas: era, como ya se vio, capitán general, justicia mayor y gobernador, a nombre del rey, de la región que iba a presenciar sus actuaciones.
Ojeda salió con La Cosa y 300 hombres de La Española en septiembre de 1509 y se dirigió a Cartagena, cuyas ventajas como puerto eran ya evidentes11. Desembarcó a los pocos días y encontró a los indios en actitud muy hostil. Interesado, como ocurría habitualmente, en obtener ingresos rápidos para financiar la expedición y pagar deudas que dejaba, trató de capturar esclavos y desembarcó en Calamar (Carimari); allí, después de leer el requerimiento a los indios de someterse a España y convertirse, diciendo "Santiago fue acuchillado y matando y cautivando cuantos en él hallaba". Luego fueron a Catarapa y capturaron algunos esclavos y finalmente a Turbaco, donde la resistencia indígena fue muy fuerte, y mataron muchos españoles, tal vez unos 70, entre ellos a Juan de la Cosa; el mismo Ojeda quedó herido. Al poco tiempo llegó Nicuesa a Cartagena, en camino a su gobernación, y ayudó a los españoles a vengar el desastre: quemaron el pueblo de Turbaco, apresaron a 400 indios como esclavos, "hicieron... allí increíble matanza, no perdonando mujeres ni niños"12 y se apoderaron de un rico botín. Según Oviedo no dejaron a nadie vivo, "ni chico, ni grande"13.
Ojeda siguió hacia Urabá y donde estaba probablemente el pueblo indígena de este nombre, fundó -se dice que el 20 de enero de 1510, pero pudo ser antes- a San Sebastián de Urabá en la costa occidental del golfo. Los españoles, decaídos, sin alimentos suficientes, rodeados por poblaciones que respondieron a los ataques españoles con flechas envenenadas, se fueron reduciendo hasta que no quedaban más de unos 80. Ojeda decidió irse a La Española a buscar apoyo, pero cuando llegó ya había salido Enciso para Urabá y "como venía muy cansado y enfermo y enojado de tantos trabajos y revés" se metió monje franciscano, según Las Casas14; en realidad, trató durante un tiempo de organizar nuevas expediciones, pero finalmente renunció a sus esfuerzos y murió en 1515 o 1516. En San Sebastián quedó al mando Francisco Pizarro, quien decidió al poco tiempo despoblar el establecimiento. Partieron los españoles hacia Cartagena, donde 42 sobrevivientes encontraron a Enciso, quien venía con unos 150 hombres, cerdos para cría y ganados. Acordaron regresar a San Sebastián, pero de nuevo fueron presa del hambre y las dificultades, y se vieron forzados a alimentarse con cerdo salvaje (pecaríes) y pivijay (cachipay).
Desesperados, decidieron aceptar la idea de trasladarse a la población de Darién, donde habían estado Bastidas y La Cosa antes, sugerida por un soldado que conocía el sitio y había venido escondido en la expedición de Enciso: Vasco Núñez de Balboa. A fines de 1510 atravesaron el golfo, entraron por el Atrato y luego de una batalla no muy sangrienta se apoderaron del poblado indígena. Ahí, donde los indios habían vivido durante varias generaciones cultivando maíz y yuca, fundaron los españoles en septiembre u octubre una villa que recibió luego el nombre de Santa María de la Antigua. El sitio era conveniente: rodeado de indios que no usaban flechas ni venenos, buenos agricultores, con entradas al Atrato y fácil acceso a otras regiones, resultaba una adecuada base para las expediciones españolas de Tierra Firme.
Los españoles, descontentos con Enciso, empujados probablemente por Balboa, establecieron un cabildo y desconocieron la autoridad del primero; se alegó que la población estaba en territorio de Nicuesa, y no de Ojeda, lo que es probable. El mismo Nicuesa llegó poco tiempo después, a comienzos de 1511, después de fracasar en sus intentos de establecer un asentamiento en la región de Veragua, en Panamá; de cerca de 800 hombres le quedaban ya menos de 50 cuando logró llegar al Darién. Nicuesa sostuvo que el territorio era suyo y fue aceptado por unos días, pero fue también despojado del mando, y embarcado, el 1º de marzo de 1511, con algunos amigos, en un navío desvencijado; nunca más se supo de él.
Balboa quedó con el control de Santa María, sobre todo al irse Enciso en abril, pero su autoridad era sólo |de facto. Sin embargo, demostró con rapidez gran habilidad para dirigir el asentamiento y reveló que era uno de los conquistadores más capaces. Para citar a Sauer, "Balboa logró levantar la moral de los españoles y evitó que saquearan y destruyeran las comunidades indígenas. Los indios del Darién y luego los que vivían al occidente llegaron a aceptar a los españoles sin visible resentimiento o incomodidad... En esta parte de la Tierra Firme los indios vivían bajo caciques hereditarios... Balboa tal vez había aprendido, como vecino de La Española, el precio de destruir tal sistema. No introdujo el repartimiento, ni imitó a Colón exigiendo un tributo fijo, ni degradó o eliminó a los caciques. Se estableció como un gran jefe blanco que trataba a los otros como vasallos y dentro de este límite como sus amigos... Al proteger a los nativos de violencia y abuso por parte de los españoles, logró obtener alimentos y servicios a medida que los necesitó"15.
La ciudad parecía prosperar. Pronto hubo más de 600 residentes, al añadirse en noviembre de 1510 a los pobladores originales un grupo de Rodrigo de Colmenares y luego otros expedicionarios de Nicuesa. Los españoles encontraron oro unos 20 kilómetros al occidente, hicieron varias construcciones y, dirigidos por Balboa, emprendieron un viaje por la costa hasta tierras del actual Panamá, donde oyeron hablar, a finales de 1511, del otro mar.
Los éxitos de Balboa hicieron aceptar temporalmente su usurpación en España: en diciembre de 1511 el Rey le dio el título de capitán del Darién, y el gobierno provisional, con lo cual se legalizaba su situación; para esta época, además, se acababa de fallar el pleito de los Colón, lo que dejaba definitivamente el gobierno de esta región en manos de la Corona.
Balboa comenzó a realizar una exploración bastante sistemática del territorio, en busca de un cacique conocido como Dabeiba, a quien la fama atribuía fabulosas riquezas de oro. A comienzos de 1512 entró unos 50 kilómetros por el río León. Luego, a mediados del año, subió por el Atrato, probablemente hasta cerca del sitio de Quibdó actual, por donde encontró indios caníbales. La expedición fue de exploración más que de saqueo y se hizo con la precisión habitual de Balboa. En las bocas del Río Sucio recibió nuevas informaciones sobre Dabeiba: que se encontraba en un pueblo dos días arriba de un río grande y hermoso y obtenía el oro, que a su vez surtía a todo Urabá de minas alejadas dos días por la montaña, en tierra de caribes (¿Buriticá?), por medio de trueque por cerdos, peces, niños, mujeres, etc.
En septiembre de 1513 realizó la expedición que había de darle más fama: guiado por informaciones indígenas muy precisas, salió de Santa María a buscar el otro océano, el que pudo ver por vez primera el 27, después de un viaje notable por la facilidad y rapidez con que se realizó, sin sufrir mayores pérdidas.
3. La Gobernación de Castilla del Oro
Para 1514, cuando Balboa regresó a Santa María, ya se habían tomado en España medidas sobre la zona, en parte impulsadas por los magníficos informes enviados por el mismo Balboa. Contra la opinión de los procuradores enviados por los conquistadores de Santa María, pero con el apoyo de Fonseca, se nombró en 1513 a Pedrarias Dávila, un viejo y experimentado militar, como gobernador y capitán general de Castilla del Oro, nombre que se dio a la gobernación, que incluía todo el territorio de la costa desde el Cabo de la Vela hasta el actual Panamá, con excepción de Veraguas. La nueva gobernación recibió muestras de su importancia desde el comienzo: la preparación del viaje duró casi un año y la Corona, contra lo habitual, financió buena parte de los gastos de la expedición, que trajo en 1514 entre 1.500 y 2.000 hombres a Santa María la Antigua. Pedrarias venía con gentes con experiencia militar, soldados que habían estado en Italia, algunos ricos, vestidos de "sedas y brocados", artesanos, cirujanos y mujeres16. Se nombró un obispo, el primero que hubo en Tierra Firme, y varios empleados reales para la colonia, y se dio título de ciudad a Santa María.
Además se expidieron detalladas ordenanzas sobre el trato que debía darse a los indios, incluyendo un texto preciso de requerimiento que debía hacérseles para su conversión y sujeción a la autoridad española17. Las funciones de gobernador se señalaron con detalle, y entre ellas figuraba la de dar indios en encomienda; se insistió en la lectura del requerimiento y en la cristianización de los indios; además se prohibió que fueran abogados a la región, pues eran "perjudiciales en extremo y ...maestros en litigios y contiendas"18. Entre quienes acompañaban a Pedrarias había dos viejos conocedores de la zona: Fernández de Enciso y Rodrigo de Colmenares, así como un recién llegado que iba a relatar con detalle y pasión la aventura, Gonzalo Fernández de Oviedo, y un miembro de una importante familia comercial de Sevilla, Gaspar de Espinosa.
La armada, después de detenerse en Santo Domingo, llegó el 12 de junio a Santa Marta, donde hubo varias peleas con los indios, a los que se leyó el requerimiento, aunque no lo entendían: los españoles, con buen sentido común, tomaban el asunto con humor. Los capitanes hacían leer el requerimiento simplemente por cumplir la formalidad, pues los teólogos y juristas habían declarado que de ese modo podía evitarse la violación de leyes y normas: se les decía que debían someterse por las buenas y creer en un dios uno y trino, obedecer al Papa, que había donado esas tierras al Rey de España, para lo cual podían mostrarles, si dudaban, las escrituras, etc. Si los indios no aceptaban el requerimiento, era lícito hacerles guerra, según el mismo decía: "Si no lo hicieres ...os haré guerra por todas partes... y tomaré vuestras personas e vuestras mujeres e hijos, e los haré esclavos, e como tales los venderé". En Santa Marta así se hizo, y se tomaron algunos esclavos que fueron rematados al mejor postor en Santa María. A esta ciudad llegaron a finales del mismo mes, y encontraron un pueblo que tenía ya más de 200 casas o bohíos de españoles, y en el que habitaban más de 500 españoles y unos 1.500 indios "naborías", sirvientes a perpetuidad de los españoles. En palabras del obispo: "Hallamos un pueblo bien aderezado, más de 200 bohíos hechos, la gente alegre y contenta, cada fiesta jugaban cañas... tenían muy bien sembrada toda la tierra de maíz y yuca, puercos hartos para comer..."19.
Los años de gobierno de Pedrarias en Castilla del Oro fueron uno de los mayores desastres de la conquista. Al poco tiempo comenzaron conflictos internos que dividieron la población española y llevaron algunos al cadalso. Al mes de llegar los hombres de la armada, subsidiados hasta entonces por el Rey, pasaban a depender de sí mismos. El hambre apareció, mientras los funcionarios reales especulaban con los alimentos; la escasez de éstos y una terrible epidemia comenzaron a diezmar a los conquistadores. Una primera expedición entre los indios, al mando de Juan de Ayora, se redujo al más violento saqueo de los habitantes locales, desprevenidos y acostumbrados al habilidoso Balboa. Ayora pedía oro y si no estaba satisfecho asaba a los indios, los hacía agarrar y despedazar por perros, esclavizaba mujeres e hijos. Los indios se escondieron y dejaron de llevar alimentos a Santa María; una plaga de langostas acabó con los sembrados locales de maíz. Se dijo que para febrero de 1515 habían muerto ya más de la mitad, si no las dos terceras partes, de los españoles. Donde vivían un año antes 500 españoles, con relaciones aceptables con los indios, sanos y sin muchas carencias, se encontraba ahora una colonia hambrienta, enferma y rodeada de indios hostiles. Los recién llegados salían, al mando de sus capitanes y con la aquiescencia de Pedrarias, del obispo y de Gaspar de Espinosa, alguacil mayor, a quienes daban parte del botín, a saquear a los indios y a esclavizarlos para enviarlos a vender a las islas del Caribe. Las violaciones a indias eran frecuentes y se cuenta que Pedrarias se jugaba buen número de indios al ajedrez. Según Fernández de Oviedo, "no bastaría papel ni tiempo a expresar enteramente lo que los capitanes hicieron para asolar los indios e robarles e destruir la tierra, si todo se dijese tan puntualmente como se hizo; pero, pues dije que en esta gobernación... había dos millones de indios, o eran incontables, es menester que se diga cómo se acabó tanta gente en tan poco tiempo"20.
Los españoles no cejaron en sus esfuerzos por descubrir fuentes de oro: el oro local era obtenido por los indios por medio de intercambios comerciales, y pronto se agotó el que tenían disponible. Varias expediciones se realizaron en estos años, entre las cuales vale la pena mencionar las de Luis Carrillo y Francisco Pizarro, que fueron a la provincia de Abraime y Torui, (probablemente en las bocas del Río Sucio) a fundar un pueblo y sembrar maíz. Volvieron con oro y esclavos después de ejecutar muchas crueldades. Juan Tavira hizo luego otra expedición por el Atrato. Francisco Becerra, con 200 hombres, recorrió el golfo de Urabá, hacia la zona de San Sebastián, y todos desaparecieron: es posible que se hayan perdido en la región del Sinú, a mediados de 1515. Francisco de Vallejo fue a San Sebastián y atacado por los indios en el Río León, huyó dejando más de 80 soldados que murieron. Balboa trató de ir a Dabeiba a finales de 1515, y según su informe llegó hasta allí, pero los indios habían huido y tuvo que regresarse por falta de alimentos, destruidos por las langostas. Tavira, rico ya, pero aún ambicioso, trató de ir también a Dabeiba y subió 80 leguas por el Atrato; muchos murieron, entre ellos el mismo capitán de la expedición. Por último, Fernández de Enciso, con Pedrarias Dávila, un sobrino del viejo, hizo un nuevo intento de ir al Sinú. Los expedicionarios llegaron al golfo de Morrosquillo, donde oyeron hablar del "pueblo grande" del Sinú y de minas de oro en la parte alta del río. Pero debieron regresar al Darién, en noviembre de 1514, llevando un cacique del Cenú para que luego les indicara el camino a las Minas; el hombre murió sin tener tiempo de hacerlo. A finales de 1515 el mismo Pedrarias trató de encontrar a Becerra; en la región de Urabá, cerca al actual Necoclí, dio comienzo a un pueblo que llamó del Aguila, pero que no tuvo ningún desarrollo. Entre tanto las relaciones entre Balboa y Pedrarias se habían agriado. Balboa tenía prestigio, habilidad como gobernante, fama de buen capitán, devoto hacia sus hombres; podía ser un peligro para Pedrarias. Aunque su conducta con Nicuesa y Enciso fuera juzgada con severidad, la Corona lo estimaba: en 1514 el Rey le dio el título de Adelantado del Mar del Sur. Pedrarias se opuso a entregar estos títulos, que aumentaban el poder de su rival, pero finalmente transó a instancias del obispo Juan de Quevedo. Pero la situación del gobernador era insegura. Varios informes sobre su gobierno habían llegado a España, y Fernández de Enciso había ido a la Península a tratar de obtener su reemplazo. En 1517 el cardenal Cisneros, regente, emprendió serias reformas del sistema de gobierno de las Indias; todo el mundo esperaba cambios en Tierra Firme. Dávila hizo aparentemente las paces con Balboa; se acordó el matrimonio de éste con una hija del gobernador y Pedrarias trató de alejar a Balboa enviándolo a una larga tarea al Pacífico. Este esperó allí, informado de que pronto llegaría un nuevo gobernador. Se trataba de Lope de Sosa, nombrado en 1519. Balboa escribió a algunos amigos al respecto; la carta, interceptada, sirvió de base para una acusación de traición. El bachiller Gaspar de Espinosa realizó el juicio y finalmente Balboa fue condenado y ejecutado en enero de 1519. Sosa Llegó en mayo de 1520 a Santa María, pero la suerte ayudó a Pedrarias. El nuevo gobernador murió al poco tiempo de llegar, sin tener tiempo de tomarle residencia al gobernador ni de reemplazarlo.
Pero el tiempo del Darién llegaba a su término. Las poblaciones indígenas habían disminuido hasta un punto insospechable. Las expediciones en busca de Dabeiba, al Atrato y al Sinú habían fallado: ninguna fuente de riqueza se había hallado y muchas de las entradas terminaron en costosos desastres. La Corona había perdido interés: no había obtenido ni un peso de oro de sus inversiones en el Darién. Y el mismo Pedrarias estaba interesado en alejarse del Atlántico; en el Pacífico varias expediciones habían tenido un buen resultado. En 1519, en agosto, Pedrarias atravesó el Istmo y fundó a Panamá, antes de que llegara el gobernador a tomarle residencia. Volvió luego al Darién, pero hacia 1520 o 1521 decidió abandonarla del todo. Antes de partir nombró un licenciado Alarconcillo como Alcalde Mayor e hizo que le tomara residencia, "de lo cual muchos se reían e ninguno que tuviese queja de él, no le oso pedir nada".
Pocos quedaron en la vieja población. Gonzalo Fernández de Oviedo, contra su voluntad, fue nombrado teniente de gobernador hacia octubre de 1521. Un Diego del Corral hizo expediciones a Abraime y Ceracuna y según Fernández de Oviedo, que es en este caso testigo muy parcial, hizo levantar a los indios con sus "letras e poca maña". El mismo Oviedo hizo organizar expediciones de comercio ("rescate") a Cartagena, Codego y hasta La Guajira, que produjeron más de 50.000 pesos y se hicieron en paz21. Pero el éxito llamó a otros al negocio y pronto hizo que los indios se levantaran de nuevo. Por otra parte, Oviedo parece haber tratado de reorganizar la colonia y eliminar las mayores depredaciones contra los indios. Incluso se preocupó por levantar la moral local: trató de eliminar la costumbre de los españoles de vivir amancebados con indias, muy general entonces. Ya la población había disminuido, quizás hasta unos 100 vecinos; en 1523 el teniente Fernández de Oviedo, víctima de las divisiones locales que llegaron hasta provocar un atentado contra su vida, se fue a España; al poco tiempo Pedrarias llegó y decidió efectuar la despoblación total, hacia septiembre de 1524.
Durante los años siguientes toda la región de la costa quedó bajo control de la gobernación de Castilla del Oro, situada en Panamá. Fernández de Oviedo intentó obtener una gobernación de Cartagena, y consiguió los títulos del caso en 1525, pero esto no tuvo consecuencias prácticas22. En 1526 Santa Marta señaló límites al oriente; el río Magdalena sirvió de frontera con la nueva gobernación. En 1533, con la fundación de Cartagena, la costa Atlántica, al menos hasta Urabá, pasó a depender de la nueva gobernación.
Hasta entonces la pequeña villa de Acla, en el golfo de Caledonia, fue el centro de actividades de la región. Unos pocos españoles vivieron allí e hicieron algunas expediciones comerciales, que negociaron con los indios y a veces los esclavizaron. Pero la mayor parte de la disminuida población indígena fue abandonada a su suerte, en un ambiente natural muy alterado por la presencia de nuevas enfermedades. Los grupos más belicosos del golfo de Urabá y la costa del Caribe parecen haberse retirado hacia el interior.
Un personaje notable debe mencionarse: Julián Gutiérrez. Hacia 1520 era criado de Diego del Corral, un bachiller español amancebado con una noble indígena. Ido a España, del Corral "encomendó a su criado... la hacienda y casa y manceba"; el criado, que según todos los indicios era Gutiérrez, se residenció en Acla, donde figura en 153223. En este año una de las expediciones de esclavización trajo una india de un pueblo del Darién que había sido encomendado a del Corral. Gutiérrez hizo entonces varias visitas pacíficas a la región, acompañado por una india "naboría" suya llamada Isabel Corral, que se había criado en casa de don Diego (si no era, como es posible, su hija). A fines del 32 Gutiérrez negoció con varios caciques de las bocas del Atrato, los invitó a Acla y se esforzó por entrar en contacto con los caciques de Dabeiba. Por el oriente del golfo intercambió hachas, herramientas de roza y otros productos por oro y retornó a Acla. Hizo luego un segundo viaje y parece haber dejado muy buenas relaciones con los caciques locales. Para entonces declara haberse casado con su naboría Isabel del Corral, familiar de los caciques de Urabá.
Sus andanzas entraban en conflicto con la nueva gobernación de Cartagena al mando de Pedro de Heredia, quien se enteró de ellas: en octubre de 1534 Alonso de Cáceres, teniente de Heredia, llegó a Acla y lo apresó, cuando Gutiérrez acababa de llegar de otro viaje, despachado por el gobernador de Panamá Francisco de Barrionuevo24. Fue llevado preso a Cartagena, pero en abril de 1535 se encontraba otra vez en Acla; por esos días Alonso de Heredia se empeñaba en fundar a San Sebastián de Buenavista en el golfo de Urabá, para contrapesar la influencia de los de Panamá; Gutiérrez trató de impedirlo pero fue derrotado. Pero esto pertenece ya más bien a la historia de la conquista de Cartagena, donde podrá verse.
Así pues, según la Corona a partir de 1533 la zona quedó subordinada a Cartagena; en la realidad esto sólo ocurrió en 1535, al menos para el oriente de Urabá. De la desembocadura del Atrato al occidente la región siguió sujeta a Panamá, y es probable que los habitantes de Acla hayan continuado sus contactos esporádicos con los indígenas. Pero los de Cartagena seguían empeñados en extender su control a toda la zona; en 1536 Juan Vadillo, gobernador y juez de residencia en Cartagena, impidió a los de Acla un esfuerzo de poblar la parte sur del Golfo de Urabá, aunque luego pidió a Julián Gutiérrez que intentara pacificar a los indios, que estaban muy agitados, por obra de Isabel Corral, según Vadillo. En 1539 la provincia seguía en armas, y un nuevo visitador de Cartagena, Juan de Santa Cruz, sostenía que los indios aseguraban que si Julián Gutiérrez iba a sus pueblos aceptarían la pacificación; éste ofreció hacerlo e intentar el descubrimiento de Dabeiba, pero no parece que se haya llegado a nada, pese a que el Rey ofreció su apoyo al proyecto. Para entonces Antioquia había sido descubierta, se había hallado un camino a las minas de Buriticá y no era fácil encontrar gente dispuesta a desperdiciar sus energías en una aventura tan poco prometedora como la conquista del Darién y Urabá: con su población indígena casi agotada, esta zona entraba en una etapa de abandono que duraría varios siglos.